Son un grupo de amigos normales que quieren disfrutar del verano al máximo. Pero no todo será fácil para la protagonista, que tendrá que guardar su mayor secreto si quiere seguir con vida. No será un camino de rosas.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 11. El porqué


El verano es esa época del año en la que puedes olvidarte de todo, una segunda oportunidad para vivir lo que no se ha vivido durante el resto del año. En resumen, es una época de libertad y calma… para casi todo el mundo.
-       ¡¿QUE LE HICISTE QUÉ?! –Victoria estaba histérica, no le importaba que los vecinos pudiesen escuchar sus gritos.
-       Ya te lo he dicho, fue un despiste. Llevaba doscientos años dormido, no tenía claro lo que hacía –Daniel miraba asustado a la chica, que nunca se había enfadado tanto con él.
-       Pues debería pensar un poco antes de maldecir al que te despierta o conseguirás que todo el mundo te odie. Tendrías que habérmelo contado antes, a lo mejor habríamos podido ayudarla. Y ahora se está muriendo… ¡Por tu culpa!
-       No es mi culpa… no del todo. Miriam fue la que la tiró a la acequia y Albert el que intentó aprovecharse de la situación.
-       ¡Que te den por saco! ¡Vamos a buscarles!
-       ¿A estas horas? Es casi la una, no deberías andar por las calles tan…
Victoria no esperó a que el chico terminase de hablar. Se puso unas zapatillas de correr y salió de casa a toda la velocidad que su bajo estado de forma le permitía. No sabía a donde iba ni tampoco cómo podía arreglar la situación, lo único que tenía claro es que debía encontrar a su amiga antes de que fuese demasiado tarde.
La historia que le había contado Daniel había sido escalofriante. Ya conocía la verdadera naturaleza del chico, pero nunca había imaginado que su vida y la de Lucía estaban cruzadas. La enfurecía saber que no se había dado cuenta antes y eso hizo que no parase de correr.

****Unos minutos antes, en casa de Victoria******
La chica entró tranquilamente a su cuarto. No había sido una noche demasiado divertida y el aburrimiento había provocado que tuviese mucho sueño.
Como solía pasar desde que su abuela enfermó y sus padres tenían que ir todas las noches al hospital a cuidarla, encontró a Daniel tumbado sobre su cama intentando contar los bultitos del gotelé.
Pero esa noche no fue como las demás. No hablaron de lo ocurrido a lo largo del día, ni criticaron el partido de fútbol del domingo, sino que el chico decidió contarle una historia. Su historia. Esa  que nunca había querido revelarle a pesar de confiar plenamente el uno en el otro. Y es que esa historia era también la de Lucía. Era ese secreto que tan oculto llevaba la chica y que hacía que no confiase en nadie.
§
OTOÑO DEL AÑO ANTERIOR
-       Vamos a hacerlo, ¡será divertido! Mejor es gastar el dinero en una tontería así que en chucherías que nos harán engordar –insistía Amaia, tirando del brazo de Lucía.
-       Que no, me niego a meterme en la casa de una médium de esas, puede ser peligroso.
-       ¿Acaso crees en los fantasmas? Venga, no seas cría. Va a ser una experiencia única –Ángel, su primo y mejor amigo, sabía que era fácil que la chica se picase al llamarla cobarde.
-       No… no es eso –mintió ella descaradamente-. Pero hay que tener un poco de respeto hacia los muertos, está feo jugar a invocarl…
-       ¡Calla ya! –antes de que Lucía se siguiese quejando, su amiga llamó a la puerta del despacho de la vidente. Tenía claro su objetivo: llamar a un espíritu maligno que persiguiese a aquel profesor que siempre llamaba a sus padres.
Entre los dos retuvieron a Lucía hasta que se abrió la puerta de la consulta. De ella salió una mujer gitana de unos cuarenta años que se presento como Juliana y cobró dos euros a cada uno por dejarles pasar. Con un gesto continuo de asco en su cara, guio a los tres amigos hasta una gran puerta de madera.
-       Aquí es donde Madame Cosmos os atenderá. Sed respetuosos o no montéis mucho follón –dicho esto, la mujer llamó a la puerta y volvió atrás por el oscuro pasillo.
-       ¡Adelante! –se escuchó desde dentro.
Ángel abrió mientras Amaia se encargaba de retener a Lucía, que insistía en huir. Juntos arrastraron a su amiga dentro del gran salón y se sentaron frente a Madame Cosmos.
Esta era bastante más joven que Juliana y tenía la mitad de la cara cubierta por un velo. A su alrededor, doce velas de un color oscuro difícil de distinguir constituían toda la iluminación de la sala. Sobre la mesa que separaba a los chicos de la supuesta médium, unas cartas, una bola de cristal y un mantel lleno de quemaduras daban un aspecto aún más misterioso al lugar.
-       Que la paz sea con vosotros, jóvenes. ¿Qué deseáis hacer?
-       Nos gustaría que invocaras a un espíritu para perseguir a uno de los profesores de nuestro instituto –dijo Amaia, que estaba mucho más tranquila que sus dos acompañantes.
-       ¿Una invocación? Eso es algo sumamente peligroso, pues el espíritu venido del más allá podría volverse contra nosotros –replicó Madame Cosmos- ¿Estáis seguros de que queréis continuar?
-       Yo preferiría…
-       Ella estará encantada de continuar. Ángel tampoco pondrá pegas –contesto la más valiente del grupo antes de que los demás pudiesen intervenir.
-       Entonces guardad silencio. Esto requiere mucha concentración.
La médium sacó un tablero de ouija de debajo de la mesa y empezó a murmurar en un idioma extraño. Los dos primos se agarraban las manos con fuerza y Amaia se mordía las uñas.
La cara de la médium, en un principio tensa, se fue relajando poco a poco. Parecía que todo iba a salir bien pero, de pronto, las doce velas que rodeaban a la mujer se apagaron y la habitación quedó a oscuras. Delante de los chicos se oyó un golpe, aunque no pudieron distinguir el origen hasta que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad.
Donde antes estaba Madame Cosmos, ahora se sentaba un muchacho joven de aspecto arrogante cuyos ojos relucían con un verde sobrenatural. Dos de los chicos salieron corriendo pero Lucía, paralizada por el miedo, había quedado delante del ser traído por la invocación.
-       Vaya, habéis osado despertarme para después huir como ratas… ¿Qué clase de modales se dan hoy en día? Por cierto, no sé en que año estamos –esperó una respuesta por parte de la chica que no llegó- Ah, veo que no vas a responder. Está bien, tendré que divertirme de otra forma.
El espíritu saltó varios metros hasta plantarse detrás de su víctima. Acercó su cara a la de la chica, que de puro pánico no había podido reaccionar y, mirándola fijamente a los ojos, volvió a hablar:
-       Sé cómo te siente ahora mismo. Estás asustada, pero también enfadada por haber escuchado a esa estúpida de tu amiga, y nerviosa porque no sabes lo que va a ocurrir. Está bien, seré bueno y te lo diré. Voy a maldecirte –dijo como si tal cosa-. Cada vez que te sientas así, en vez de quedarte paralizada como ahora, toda tu frustración saldrá de ti… en forma de alas. Si alguien las ve, irás perdiendo fuerza y color hasta morir o desaparecer. Hala, vuelve a casa –palmeó la cara de la chica y esta desapareció.

Después de esto, el espíritu suspiró y miró la sala en la que acababa de aparecer. Hacía muchísimo tiempo que no había estado en ningún lugar. Había dedicado su vida después de la muerte a descansar, pero esa etapa había llegado a su fin por culpa de unos críos demasiado aburridos.
-       ¿No me he pasado un poco? –murmuró- Le he destrozado la vida a la chica, la memoria a sus amigos y el salón a la médium. Acabaré yendo al infierno, seguro.
-       Podrías intentar evitarlo, pero con ese mal genio dudo que lo consigas –detrás de él apareció una chica de ojos completamente negros y pelo blanco como la nieve- ¿No te apetecería hacer por mí un trabajillo?
-       Vaya, la última persona con la que me apetecía encontrarme. ¿Cómo te va, Dios? –la chica-Dios, al igual que Lucía, no contestó- Veo que no vas a contestarme. No tengo nada que hacer y supongo que no me vendría mal acumular algunos puntos de bondad para no ir al infierno. Dime lo que tengo que hacer.
Esta vez, la chica-Dios sí contestó. Con una sonrisa bondadosa en la cara hizo que se formase una imagen en la pared:
-       Esta chica también está maldita y le quedan pocos meses de vida. Es joven y no tiene ninguna idea sobre el bien y el mal. Me gustaría que fueses su guía espiritual y la ayudases a no ir al infierno. Vive en…
-       No quiero más información. De hecho, no quiero volver a saber nada de ti. Solo dime cómo se llama.
-       Su nombre es Victoria.
Dicho esto, ambos desaparecieron.

-----------------Nota de Sofía-------------
Ya tenéis el capítulo. Espero que comprendáis que es difícil que nos pongamos de acuerdo sobre lo que debemos escribir en esta época, ya que nos vemos poco, pero que seguiremos con la historia hasta el final.
Espero que os haya gustado el capítulo y que nos dejéis un comentario.

PD: No soy ninguna fanática religiosa, he mencionado a Dios igual que podría haber mencionado a Zeus.

domingo, 14 de octubre de 2012

Capítulo 10- Problemas


EN EL CAPÍTULO ANTERIOR...
Miriam comprende que se ha enamorado de Albert y va a buscar la ayuda de Lydia, que también se ha metido en un buen lío. 
Manolo, que quería comunicarse con ella aunque estuviesen castigados, pidió ayuda a Victoria para hacerlo y llenó el patio de la chica con cartas de amor.

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Capítulo 10

Esa noche, para gran sorpresa de todos, Lydia apareció en la calle. ¿Quién iba a esperar aquello? Ella misma les había dicho que estaba castigada hasta que Manolo se fuese, pero de alguna forma había conseguido que le levantasen el castigo. Claudia y Victoria se acercaron corriendo a ella, encantadas de tener un nuevo misterio por resolver.
-       ¡Lydia! ¡Lydia! ¡Has vuelto! –gritaba contenta la pequeña.
-       Ay… No puedo… cuenta cómo… -aunque había sido una carrera muy corta, la del pelo plateado estaba poco entrenada y se había cansado mucho.
-       Mi hermano, que tiene unas ideas bri… -abrió mucho los ojos y, sin terminar de hablar, rodeó a las chicas y salió corriendo- ¡¡¡Manolo!!!
-       ¡¡Lydia!!
Se fundieron en un emotivo abrazo que recordó a Lucía a una de esas historias románticas que tanto gustaban a Victoria. Siempre le habían parecido muy cursis, pero hora que había conocido a Albert no le importaría vivir algo así.
El abrazo duró casi un minuto durante el cual todos formularon sus teorías: Victoria pensaba que sería perfecto para una historia que Lydia hubiese saltado por la ventana, Albert opinaba que Lydia había amenazado con suicidarse y Miriam, la más normal, pensaba que la chica había hecho algún trato con sus padres inspirada por las cartas.
-       ¿Leíste mis cartas, cariño?
-       Ay, no me llames así, ¡que me da vergüenza! –la chica se sonrojó-. Claro que las leí, pero fue una locura por tu parte. ¿Sabes lo que tardé en recogerlas todas?
Mientras los tortolitos se miraban a los ojos y se decían millones de cosas que a los pequeños provocaban nauseas, Albert tomaba fuerzas para hacer lo que llevaba planeando todo el día.
Cuando era más pequeño habría dudado, pero había madurado y se había dado cuenta de que Lucía era una parte fundamental de su vida. Ni siquiera cuando estaba en Barcelona, ni cuando las chicas de su instituto le perseguían para hacerle fotos a escondidas había dejado de pensar en ella. Sabía que la chica había rechazado varias peticiones de salir a lo largo del año, pero también sabía que con él la conexión siempre había sido especial.
Respiró hondo y, tras asegurarse de que nadie le estaba mirando, se acercó a Lucía y le pidió en voz baja que fuesen a un lugar más íntimo. La chica dudó un momento, nerviosa, pero se decidió a acompañarle.
Caminaron en silencio hasta llegar a una calle poco transitada de la zona y se sentaron al filo de una acequia medio llena, de espaldas a la calzada. Albert tomó aire de nuevo y se decidió a comenzar con el discurso que llevaba preparando toda la tarde:
-Lucía, yo…
- ¡Buh! –alguien gritó detrás de ellos, asustando a la chica y haciendo que cayese al agua.
Albert se giró, también asustado, y vio a Miriam parada tras él con cara de espanto. Ayudó a Lucía, que lloraba al ver cómo había quedado su ropa, a salir y, después, se encaró con Miriam.
-       ¿¡Qué narices estás haciendo!? ¿No sabes lo que es la intimidad? ¿Eres una niña chica? No me puedo creer que hayas hecho esto solo por incordiar. ¿¡Qué se te pasa por la cabeza!? ¿¡TIENES CABEZA!? Eres odiosa, Miriam.
La chica, totalmente pálida, miró al catalán en silencio. El chico no parecía arrepentirse de todo le que le había dicho. Es más, estaba orgulloso de haber defendido así a la chica de sus sueños. Antes de que las lágrimas empezasen a caer por sus mejillas, Miriam se dio la vuelta y salió corriendo.
Sus celos lo habían estropeado todo. ¿Qué sería de su vida si Albert la odiaba?
§
-       Albert se ha ido con Lucía y Miriam y será imposible separar a Manolo y Lydia –Alejandra señala a los últimos, que están sentados a unos metros cogidos de la mano- Ya han vuelto a marginarte, Victoria.
-       Sí, no es justo –la del pelo plateado puso cara de cachorrito triste- ¿Por qué todas ligan menos yo?
-       Bueno, en realidad si que ligas –Claudia señaló a la casa de la abuela de Raúl con cara de enfado-. ¿Te parece poco?
-       No es mi tipo, te lo dejo enterito para ti –rio la mayor.
-       ¿Entonces quién es de tu tipo? ¡A elegir! ¿Manolo o Albert? Yo no me pongo, porque soy el más sexi y ganaré seguro –Víctor la miró con una sonrisa pícara y le dio un codazo.
-       ¡Eh! No es justo, no me gusta ninguna de las opciones. Paso palabra.
En ese momento, Miriam pasó a todo correr delante del grupo. Lloraba como una Magdalena y su hermana la siguió, preocupada. Entraron las dos en la casa de su abuela, por lo que nadie sabe lo que se contaron las hermanas.
-       Si Albert ha hecho que Miriam llore así, yo me quedaría con mi hermano –dijo Alejandra, muy seria.
Victoria puso cara de asco y negó con un gesto. Le parecía muy bonito lo que hacía por Lydia, pero ella ya tenía claro el tipo de chicos que le gustaban. Y eran ocho veces más bordes y misteriosos que Manolo.
Dio las buenas noches a sus amigos y entró en casa.
§
Como casi siempre, la casa de Victoria estaba vacía y no había supuesto ningún peligro para Daniel colarse en el dormitorio de la chica. Tenía que contarle algo importante que llevaba ocultándole un tiempo. Las cosas se habían complicado más de la cuenta esa noche y, si no era totalmente sincero con Victoria, ambos podrían verse en serios problemas.
Sabía que era posible que todo cambiase cuando le contase lo que había ocurrido ese otoño pero, si lo hacía, al menos se aseguraría de la eterna seguridad de la chica. Y, para él, eso era lo más importante.
Sonó el chirrido del portón, lo que significaba que la chica había vuelto. Daniel se preparó para lo que estaba a punto de ocurrir.

------------Nota de Sofía------------
¡Perdonadme! Este capítulo le tocaba a Andrea y tenía muchos detalles que no me convencían, así que empecé a retocarlo y... en fin... se quedó estancado en la mitad y me olvidé de él. Sé que es corto, pero lo he escrito muy deprisa para que no me matéis. Prometo que no tardaré tanto en subir la próxima vez.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Capítulo 9: Tus cartas



-       ¡Azules!
Victoria se despertó muy sobresaltada. Poco después de comerse una ensalada que ella misma había preparado con la lechuga que una vecina le había regalado, se había echado en la cama y se había quedado profundamente dormida.
-       ¿Qué dices de azules? Seguro que estabas soñando algo raro… -Daniel la miraba curioso desde su posición en el suelo. Estaba ojeando un libro de antiguas leyendas.
-       ¿Raro? Depende ¿Tú crees que los bacalaos tienen los ojos azules?
-       Nunca me había parado a pensarlo, pero no creo que sean azules. Mientras dormías ha estado sonando el teléfono, pero no he querido cogerlo por si era tu padre. Me da mucho miedo ese viejo.
La chica no se molestó en contestar y fue al salón para comprobar quién había llamado.  Cogió el teléfono inalámbrico y se quedó mirándolo fijamente. Era una negada para el manejo de las máquinas, al menos para las máquinas sencillas. Podía manejar perfectamente todas las aplicaciones de su Android, pero no tenía ni idea de cómo mirar el historial de llamadas de un teléfono fijo.
-       Anda, dame, pedazo de torpe –Daniel le arrebató el artilugio y, tras darle un par de veces a un botón, encontró la llamada y pasó el teléfono a la chica- ¿Te suena de algo ese número?
-       De nada, pero tiene que ser una persona muy rara para llamar de un móvil a un fijo.
-       A lo mejor esa persona no es tan tacaña como tú. ¿No será alguno de tus amigos?
-       No lo sé, pero si tiene tanto interés en hablar conmigo que llame otra vez. Yo no voy a gastar mi dinero en…
Antes de que Victoria terminase de hablar, el teléfono volvió a sonar. En la pequeña pantalla se iluminó el número misterioso, pero la chica no descolgó y la llamada se cortó. Hubo unos instantes de silencio en los que los dos amigos miraban fijamente al teléfono sin pronunciar una sola palabra. Pasaron unos segundos hasta que el silencio se vio interrumpido de nuevo por el sonido del teléfono.
-       ¿Quién puede ser? Es muy insistente…
-       ¿Te da miedo?
-       Un poco. Nunca llama nadie al fijo, y si llaman son los números esos  cortos de propaganda o la abuela.
La llamada volvió a cortarse y, al igual que antes, continuó pocos segundos después. Entre maldiciones, Daniel cogió el teléfono y descolgó, cansado de aquel monótono sonido. Saludó fingiendo una voz grave y, poco después sonrió.
Devolvió el teléfono a su amiga, que lo miraba con gesto interrogante desde el sofá e hizo la forma de un corazón con las manos. Después cogió un pañuelo y fingió que se secaba las babas. Victoria no entendió nada, pero aceptó el teléfono entre risas.
-       ¿Hola?
-       ¡¡Victoria!! ¡¡Ayúdame, que no puedo más!!
-       ¿Quién eres y qué narices te pasa?
-       Buaaaa… De menos… Sufre… Llorando esta mañana…
-       ¡Deja de llorar de una maldita vez, que no se te entiende! –
La poca paciencia de la del pelo plateado salió a relucir ante la dificultad de la persona que estaba al otro lado del teléfono para articular las palabras. Se oyó un fuerte sollozo y, al fin, el misterioso llamante se identificó como es debido:
-       Soy Manolo, Victoria… Lo estoy pasando muy mal, ayúdame.
-       ¡No me digas que se ha muerto Alejandra! Ay… -sintió como se mareaba.
-       No, no es eso, ella ya está bien. La tienen en observación y le han cosido la herida, ahora el problema no es ese.  Ahora el problema es… ¡es Lydia! –comenzó a llorar otra vez y la chica hizo como que lanzaba el teléfono contra la pared, haciendo que Daniel volviese a estallar en carcajadas- Está castigada, no la dejan acercarse a mí… ¿Qué puedo hacer ahora? Mi vida no tiene sentido.
-       Suicídate.
-       Dame su número de teléfono, necesito hablar con ella.
-       Si os pillan sus padres te van a matar, así que será más rápido que te suicides –insistió Victoria-. También puedes mandarle cartitas románticas, pero eso es…
-       ¡¡Gran idea!! Eres la mejor, Vict… ¡No!, la segunda mejor.
Manolo Matagatos colgó el teléfono sin dejar que su amiga terminase de hablar. Mientras colgaba el teléfono explicó a Daniel la conversación. A ambos les picaba la curiosidad ¿Qué escribiría el chico en las cartas? Y, aún más preocupante… ¿Cómo se las haría llegar a Lydia?
§
            No, no, aquello era misión imposible.
            Totalmente fuera de sí, Miriam lanzó su cuaderno de Biología contra la pared. ¿Cómo se suponía que iba a estudiar para las recuperaciones de septiembre con la imagen de Albert metida en su cabeza? Era incapaz de concentrarse en las células, en su mente solo había imágenes del catalán. El catalán en la piscina, el catalán conduciendo su bicicleta, el catalán riendo, el catalán con Lucía… ¡Esa zorra!
-       Ay, Miriam, intenta concentrarte. Papá nos va a dejar sin Internet si no consigues recuperar Biología –Claudia, sentada en su cama,  miraba preocupada a su hermana.
-       Me voy un rato a la casa de Lydia. Si necesitas algo, ve a la casa de la abuela o a la de Lu… a la de Victoria. No me llames.
Así, sin molestarse en recoger las cosas del escritorio ni en dar explicaciones a su hermana, Miriam salió de su casa y cerró con llave. Lo de ir a visitar a Lydia había sido una idea repentina que la había asaltado al hablar con Claudia (como la gran mayoría de grandes ideas que se le ocurrían).
La chica, a pesar de ser dos años menos que ella, era una de sus mejores amigas de su grupo de los veranos. Iban al mismo instituto y se veían todos los días, por lo que tenían mucha confianza. Tal vez, solo tal vez, si confesaba a Lydia el motivo de su preocupación se liberaría un poco y podría estudiar en paz.
§
Tardó menos de cinco minutos en llegar a casa de su amiga. Sabía que ese día no estaban ni Víctor ni sus padres, así que podrían hablar en paz. O eso creía, porque cuando Lydia abrió la puerta estaba que se subía por las paredes. La agarró por un brazo y tiró de ella hasta meterla en la casa.
-       Miriam, ¡tienes que ayudarme!
-       ¿Qué pasa? –la chica estaba preocupada por el nerviosismo de su amiga.
-       ¡Mira esto! –la arrastró hasta la terraza, desde donde se veía el patio, y señaló una zona cercana al portón.
El suelo estaba cubierto de papeles de todos los colores, desde folios blancos hasta panfletos de propaganda. Todos ellos contenían el mismo mensaje: una carta de amor de Manolo.
Miriam comprendió el problema al instante. Tenían que deshacerse de todo aquello antes de que volviesen los padres de Lydia o tanto ella como su chico se verían metidos en un lío.
Al parecer, Matagatos se había entretenido en hacer más de ciento cincuenta fotocopias de su carta y meterlas todas por debajo del portón de su amada. Tardaron cerca de una hora en recogerlas todas, reunirlas y encontrar un lugar apartado para quemarlas. Después de tanta actividad, Miriam había olvidado el motivo de su visita y se fue sin haber conseguido desahogar sus penas.
La única prueba que quedó de toda la actividad de aquella tarde fue un folio blanco sobre el escritorio de Lydia en el que se podía leer lo siguiente:
Una tarde de verano
Mientras los niños jugaban
Yo pensaba en tu belleza
Que cada día me deslumbraba.

Tu pelo castaño oscuro
Que con el viento volaba
Y tus ojos como diamantes
Me dejaron sin palabras.

Cada día pensaba en ti
Y más y más me enamoraba
Tus labios color de fresa
Mi cabeza hipnotizaban.

Yo no puedo estar sin verte
Pues los días no se acaban
Las horas se hacen eternas
Nunca llega la mañana.
Una noche mirando al cielo
Una estrella vi pasar
Y le pedí un deseo
Contigo siempre estar.

Tú eres la flor más bella
Que en mi vida pude ver
Mi amor por ti será eterno
Siempre te voy a querer.


--------------Nota de Sofía-----------------
¡Buenas! Me encanta el poco sentido que tiene el principio del capítulo, me moría de risa escribiéndolo. Es lo que tiene escribir las cosas recién levantada.
No tengo mucho que decir, solo dar las gracias a... ¿se enfadará si pongo su nombre? Da igual. Gracias a Manuel Morante, que nos ha escrito ese poema tan empalagoso de ahí arriba.
¡Espero que os haya gustado el capítulo y nos dejéis algún comentario ^^


Como suele ocurrir en los capítulos que escribo yo, no he conseguido ponerme en contacto con Andrea. Lo siento.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Capítulo 8- Por Alejandra



Lucía llegó a su casa a toda velocidad y, sin molestarse en saludar a su familia, se encerró en su cuarto y enterró la cara en la almohada. Nunca habría esperado que una de sus mejores amigas y su peor enemigo estuviesen, de alguna forma, relacionados. Y lo peor es que ella parecía apreciar a ese ser infame que había arruinado su vida.

Se preguntaba de qué podía conocer Victoria a Daniel y si este habría contado su secreto a la del pelo plateado. Si le había contado algo, Lucía tendría que comenzar una dura lucha contra la curiosidad de su amiga. Su vida estaría en juego.
 Después de darle y darle vueltas al asunto, Lucía acabó con un fuerte dolor de cabeza. Los efectos secundarios de la medicina fue lo único que hizo que la chica durmiese esa noche. Un extraño sueño se hizo con ella poco antes de que saliese el sol.
Soñó con el momento en el cambió su vida tan radicalmente. En ese sueño se mezclaban diferentes escenas de aquel suceso: un chico saliendo de la nada, sus amigas corriendo, ella tropezando y cayéndose al suelo, una extraña luz que se acercaba a ella, Daniel hablándole en un idioma desconocido y de pronto… algo negro saliendo de su espalda.
-      ¡¿Por quéééééééé?! –se despertó de golpe, completamente empapada en sudor.
Ni siquiera cuando aquel suceso estaba reciente había soñado con él, ¿por qué había soñado con eso ahora?

En la casa de Victoria, Daniel miraba a su amiga sin verla. Estaba concentrado en influir en la mente de Lucía. No podía dejar que la chica le contase nada a Victoria…a menos que quisiera perder al único motivo de su existencia.

§

A  la mañana siguiente, Lucía miraba de forma extraña a Victoria, que no comprendía lo que le pasaba a su amiga. El sueño reparador había hecho que confundiese los acontecimientos de la noche anterior con productos de su imaginación.
         Casi todos los del grupo estaban en la calle ese día, los mayores hablando y los pequeños corriendo con sus bicicletas. Estos últimos sufrían accidentes cada poco rato, pero no tardaban en levantarse y seguir dando vueltas, cosa que estresaba mucho a Miriam.
-      ¿Por qué no los llevamos al pueblo? En unos días va a empezar la feria, a lo mejor ya están los columpios. Me hace ilusión verlos…
-      No te hace ilusión, solo estás harta de verlos dar vueltas –contestó Victoria, que estaba muy concentrada tirando de un hilo de su camiseta.
-      Da igual por lo que sea. Vamos, que a mí sí que me hace ilusión –Albert, que ya se había puesto de pie, bailaba moviendo mucho los brazos.
Todos aceptaron y fueron encantados a ver los columpios que había en su pueblo. La ilusión hizo que recorriesen el trayecto desde los barrios periféricos al centro del pueblo en menos de diez minutos. Donde normalmente solo había unos cuantos abuelos paseando a sus perros, ahora reinaba el ambiente festivo: algunos chiringuitos colgaban sus menús en las farolas, varios hombres estaban montando una noria y otros cuantos un tiovivo. Resultó realmente difícil controlar a los pequeños entre tanto alboroto.
 Al regresar, todos fueron a sus casas a explicarles a sus familias lo que  habían visto. Los chiquillos gritaban alegremente en sus respectivas viviendas, llegando a estresar a sus parientes. Eso ocurrió con Pepe Matagatos, el abuelo de Alejandra y Manolo, que fue a buscar su pequeño coche para huir del bullicio de su hogar.
 Arrancó su coche, un Peugeot 207 plateado, y empezó a maniobrar para salir del garaje, un pequeño cobertizo de ladrillo situado en frente de su casa. Tan pendiente estaba de no rayar el coche, que no reparó en la figura vestida de rosa que corría detrás del vehículo y  la atropelló. El golpe alertó a los niños, que estaban ya en la calle, y fueron a ver lo que había ocurrido.
No tardaron en ver a la niña que estaba tendida en el suelo inconsciente, con un profundo corte en la frente, mientras su abuelo intentaba despertarla.
-      ¡Alejandra! –gritó Manolo, al ver a su hermana en ese estado- ¡¿Qué le has hecho?!
-      Deja de chillar y dile a la abuela que llame a una ambulancia, ¡corre!
Con la confusión del momento, nadie reparó en que Victoria estaba aún más pálida de lo normal. La visión de la sangre y de su amiga desmayada, hicieron que la chica perdiese el equilibrio.
Solo la aparición de Daniel, unos segundos de que se golpease contra el suelo, consiguió que no hubiese más víctimas esa mañana. Sujetó a su amiga y la arrastró sigilosamente hasta apoyarla en una pared. Lucía fue la única que vio al misterioso chico pero, aunque solo fue por unos segundos, ella tenía claro que no había sido una alucinación.

§

Mientras tanto, cerca de allí, Lydia maldecía y lanzaba bolas de papel contra la puerta de su cuarto. ¿Por qué tenía Manolo que ser tan impulsivo? Seguro que, mientras ella se aburría mortalmente, sus amigos estaban haciendo algo interesante. Poco después, se dio cuenta de que estaba muy equivocada.

Habían trasladado a Alejandra al hospital para coser la herida y hacerle unas pruebas de nombres extrañísimos, así que los mayores del grupo decidieron visitar a Lydia para ponerla al día de lo ocurrido a lo largo de la mañana. Seguro que se habría quedado en su casa viendo alguna serie rara de Disney Chanel.
Por el camino, Lucía se preguntaba si Victoria recordaría algo de lo acontecido la noche anterior. ¿Daniel le habría contado algo? No dejaba de repetirse las mismas preguntas. Cuando llegaron a casa de Lydia, Miriam y Albert subieron las escaleras para llamar al timbre (para gran alegría de la mayor), y Lucía tuvo su oportunidad de formular las preguntas que tanto rondaban por su mente.
-      Vicky… ¿te acuerdas de lo que pasó ayer?
-      ¿Qué paso ayer? ¡Cuenta, cuenta!
Lucía no podía creer la suerte que había tenido. Decidió que lo mejor era no refrescar la mente de su amiga, aún le quedaba una pregunta que hacer.
-      Nada, nada, tonterías. Por cierto, ¿quién era ese chico que te ha cogido cuando te has mareado al ver la sangre de Alejandra?
-      ¿Qué chico? –Victoria se hizo la tonta.
-      Ese chico alto y de pelo castaño que luego desapareció.
-     
Lucía no quiso hacer mas preguntas,  pero aquel silencio fue su respuesta. Victoria conocía a Daniel, eso estaba claro. Solo le faltaba enterarse de si la chica estaba al corriente de su secreto.

Un silbido interrumpió el incómodo silencio que se había producido entre las dos chicas. Miriam las llamó desde lo alto de las escaleras y les dijo que Lydia las había invitado a entrar a la casa. Unos minutos después estaban todos reunidos en el cuarto de su anfitriona, una pequeña habitación de paredes blancas cuya ventana daba a la calle,  intentando explicarle lo ocurrido con su “cuñada”, pero ella no parecía estar prestándoles atención. De vez en cuando, interrumpía la conversación para hacer preguntas sobre su novio que no tenían nada que ver con el tema.
Acabaron todos tan hartos que decidieron irse y dejar sola a la chica. No estaba pasando por un buen momento y tampoco se dejaba ayudar, así que no pintaban nada allí. Ya lo intentarían otro día.
Estaban quitando los múltiples cerrojos de la puerta cuando alguien llamó con tres golpes suaves. En menos de cinco segundos, Lydia había atravesado la casa y quitado dos cerrojos. Nadie se explicaba a qué venía ese ataque de nervios hasta que se abrió la puerta y apareció Manolo.
¿Cómo había sabido la chica que era Manolo? Nadie llegó a saberlo nunca, quizás tuviese un olfato canino, pero el caso es que el humor de la chica cambió radicalmente. Empezó a saltar y a darnos abrazos a todos, como si llevase años sin vernos. Aun así, no conseguimos que escuchase la historia de Alejandra, y decidimos dejar el trabajo en las manos de su chico. Victoria propuso irse para dejarlos a solas y allí los dejaron, sin que se dieran cuenta del peligro que corrían quedándose a solas en territorio enemigo.

§

Cada uno se fue para su casa tras hacer prometer a Manolo que los llamaría en cuanto tuviese noticias de su hermana.
Antes de separarse, Albert cogió la mano de Lucía y miró a la chica directamente a los ojos. Tras unos segundos en esa posición, suspiró y dijo:
-      Ten muchísimo cuidado con los coches. Si te pasa algo, yo… -agachó la cabeza y dejó la frase sin terminar.
Por respuesta, recibió un fuerte abrazo de Lucía, que le prometió que tendría cuidado. Se despidieron bajo la atenta mirada de Miriam que, escondida detrás de un coche, maldecía a Lucía sin saber muy bien por qué.

Todo lo que ocurriría durante el resto del verano se vería  afectado por Alejandra. Nadie habría imaginado que la chica más tímida del grupo llegaría a influir tanto en sus vidas.

-----------Nota de Andrea--------------
 “Hola chicos espero que visitesis mucho nuestro blog y que hagáis propaganda entre vuestros amigos o solo se lo digáis a los que le gusta la lectura y lo recomendeis.(: Bueno solo os digo que en este capitulo hay cosas misteriosas y muchas preguntas por resolver no lo dejéis de leer y sabréis las repuestas de esas preguntas ;) Un besito”

------------Nota de Sofía--------------
¡No me matéis! Si, el capítulo es corto. Sí, lo he subido con retraso. Sí, tiene errores a puñados (creo). Pero, cuando me lo pasó Andrea, no había por donde cogerlo. Era demasiado corto y tenía muchas faltas de ortografía, y he acabado tan harta de él que no me he puesto ni a repasarlo.
Espero que nos disculpéis.

En la sección "personajes" tenéis una nueva foto de Alejandra. 

viernes, 24 de agosto de 2012

Capítulo 7: Revelaciones


Hubo unos segundos de silencio antes de que alguna de las chicas pudiese reaccionar. Victoria tenía todo el cuerpo dolorido y Lucía intentaba recuperar el control. La segunda no tardó en acabar con su faena y agarrar a la persona que había caído sobre su amiga por el cuello. De un empujón, lo apartó de la del pelo plateado.
-       ¿¡Estás bien, Victoria?! ¿Te ha hecho algo? ¿Sientes el cuerpo extraño?
-       Ay… extraño no, dolorido sí… -se puso de pie con dificultad y miró a su agresor. Su piel  palideció (aún más de lo normal) rápidamente- ¿Qué haces aquí?
-       Salvándole el culo a tu amiga. No me ha quedado otro remedio, no me conviene que se deshaga delante de tus ojos –contesta Daniel, apartándose el pelo de la cara.
-       ¿Qué dices de deshacerse? –Victoria estaba muy confusa. Nadie le hizo caso, los otros dos acababan de empezar una fuerte discusión.
-       ¿De qué la conoces? ¿Le has hecho daño a mi amiga?
-       Tú, niña, no me hables así, que te he salvado la vida. Y no, no le he hecho nada porque no tengo motivos para ello.
-       ¿Y para lo mío sí tenías motivos? ¡Seguro que la has poseído o algo peor!
-       ¡Muchos! ¿Te parece poco despertarme diciendo no sé qué de que mate a tus profesores? Además, deja de hacerte la buena amiga, que aquí el que menos problemas le da a Victoria soy yo.
Mientras ellos discutían y se llamaban de todo, la del pelo plateado intentaba participar en la conversación. No conseguía adivinar de qué se conocían sus amigos y ese era un tema preocupante, ya que estaba bastante claro que Daniel había hecho algo malo a Lucía en el pasado. Nadie contestaba a sus preguntas hasta que, de pronto, la morena se empezó a gritarle a ella también:
-       ¡Os conocíais! ¡Sois amigos y os veis todos los días! ¿Esto es cachondeo, no? ¡Te pasas la vida con este hijo de la gran…! Mira, quédate ahí tomando mucho por culo, Victoria. No entiendo cómo he podido confiar en ti.
Y, sin despedirse siquiera ni dar explicaciones, Lucía abrió el portón y se fue corriendo. La otra chica la miraba desconcertada mientras ella se alejaba. Nada tenía sentido para Victoria en ese momento. Cerró la puerta y cruzó el patio para entrar a la casa, sin dejar de dar vueltas a la discusión. Daniel la siguió en silencio hasta que, viendo que Victoria no iba a decir nada, se decidió a hablar:
-       No me vas a perdonar nunca, ¿verdad?
-       ¿Yo? ¿Perdonarte? –la chica contestó muy seria pero, de pronto, le dio un ataque de risa. Su amigo la miraba desconcertado- No he entendido nada de lo que estabais hablando, y no voy a enfadarme por algo que no comprendo. Tampoco te voy a hacer preguntas que no vas a contestar, así que me dormiré y haré como si no hubiese pasado nada.
-       ¿No te has enterado? ¿Y no vas a hacerme preguntas? –el chico estaba cada vez más extrañado, aunque se alegraba de que Victoria no le odiase- ¿No te has enfadado?
-       Ya te he dicho que no voy a enfadarme contigo –ya recuperada de su ataque de risa, la del pelo plateado sonreía calmada.
Después de esas palabras, se tumbó en la cama sin molestarse en cambiarse de ropa. En realidad había comprendido parte de la conversación a fuerza de darle vueltas, al menos lo suficiente como para entender el porqué de la aparición repentina de Daniel.  No le había chocado comprender que su mejor amigo había maldecido a Lucía. Ella ya sabía que ninguno de los dos era normal. La morena no se comportaba con normalidad, y el chico había aparecido en su vida justo el día que le habían diagnosticado aquella extraña enfermedad y no había tenido reparos en explicarle que estaba con ella para acompañarla al mundo de los muertos cuando llegase el momento.
No se iba a enfadar con Daniel por lo que hubiese hecho en el pasado. Le resultaba imposible hacerlo.
                        

                                    §
“Que asco. Que asco. Que asco.”
Víctor escribía rápidamente en su diario, una pequeña libreta con el escudo de su equipo de fútbol favorito que escondía debajo de su mesita de noche.
No podía evitar sentirse asqueado al recordar la escena que había presenciado esa noche. Habría pagado por no estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. ¿Quién le iba a decir que, por estar intentando matar un mosquito con la raqueta eléctrica tendría que soportar una situación así?
Lo único bueno era que su hermana había comprado el silencio del chiquillo por diez euros. No era mucho teniendo en cuenta lo que el pobre niño había tenido que aguantar, pero tampoco era culpa de la chica y no quería dejarla sin blanca.
Continuó escribiendo en la libreta para calmar sus nervios:
“¿Quién se cree este tío que es? Que asco, que asco. Pobrecita Lydia, no se ha dado cuenta de la clase de pervertido que es su novio. ¡Mierda! Si es su novio, es mi cuñado. Que asco, maldito Matagatos. Como vuelva a intentar tocar a mi hermana, juro que le saco los ojos y se los echo a las gallinas”.
Pero el que peor lo estaba pasando en la casa en esos momentos no era Víctor, sino Lydia. Y no por que su hermano hubiese presenciado el arrebato románico de Manolo, sino porque él no había sido el único.

 En ese momento, sus padres discutían en la cocina cual sería el castigo de la chica. No sabía qué le harían, aunque una parte del castigo había quedado decidida nada más entrar a la casa: Tenía terminantemente prohibido volver a acercarse o a hablar con su chico.


§
           
Faltaba poco para que amaneciese, pero Miriam no había conseguido pegar ojo en toda la noche. Tenía el estómago revuelto desde antes de volver a su casa, concretamente desde después de aquella conversación que había tenido con Victoria, Lydia, Manolo, Albert y Lucía.
            Era incapaz de dejar de pensar en la sospecha de la del pelo plateado de que pudiese haber una relación entre los dos últimos. ¿Sería cierto? Victoria era una chica muy intuitiva, tal vez debería preguntarle a ella el porqué de su suposición.
-       ¿Por qué me preocupa esa tontería? –murmuró en la oscuridad de su habitación.
-       ¿Qué dices? –se escucha a Claudia desde la cama vecina.
-       Nada, duérmete.
-       No puedo. Das muchas vueltas y el colchón suena. Eres tú la que tiene que dormirse de una vez.
-       Ay, déjame. Ya me estoy quieta.
-       ¿Y por qué no te duermes? ¿Te duele algo? ¿Estás esperando la visita de un amante? –ríe y empieza a cantar “Amante Bandido”, de Miguel Bosé.
-       No digas tonterías y duérmete de una vez o mañana vas a estar muy cans… -las palabras de Miriam se ven interrumpidas por el ronquido de su hermana pequeña.
La mayor se levantó lentamente y salió al balcón. La conversación con su hermana había hecho que se desvelase por completo. Cuando la pequeña hizo la última pregunta, una chispa había saltado dentro de Miriam.
¿Era posible que su insomnio estuviese provocado por un “amante”? Si eso era cierto, el “amante” solo podía ser una persona. La chica maldijo en voz baja e intentó alejar esa idea de su mente. Esperaba que sus amigas no hubiesen notado nada.


-------------Nota de Sofía-------------
Sí, es enano. Sí, he tardado muchísimo. Sí, el dibujo es una mierda.
Ya conocéis los motivos de mi tardanza. Y respecto al dibujo... no seáis muy crueles, es el primero que hago en estilo chibi.
Espero que no me odiéis para siempre ;_;

-------------Nota de Andrea-------------
Buenoooooo... Por fin llegó el capítulo por el que todos hemos esperado ansiosos :) Espero que os guste y disfrutéis leyéndolo.