EN EL CAPÍTULO ANTERIOR...
Miriam comprende que se ha enamorado de Albert y va a buscar la ayuda de Lydia, que también se ha metido en un buen lío.
Manolo, que quería comunicarse con ella aunque estuviesen castigados, pidió ayuda a Victoria para hacerlo y llenó el patio de la chica con cartas de amor.
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Capítulo 10
Esa noche, para gran sorpresa
de todos, Lydia apareció en la calle. ¿Quién iba a esperar aquello? Ella misma
les había dicho que estaba castigada hasta que Manolo se fuese, pero de alguna
forma había conseguido que le levantasen el castigo. Claudia y Victoria se
acercaron corriendo a ella, encantadas de tener un nuevo misterio por resolver.
- ¡Lydia!
¡Lydia! ¡Has vuelto! –gritaba contenta la pequeña.
- Ay…
No puedo… cuenta cómo… -aunque había sido una carrera muy corta, la del pelo
plateado estaba poco entrenada y se había cansado mucho.
- Mi
hermano, que tiene unas ideas bri… -abrió mucho los ojos y, sin terminar de
hablar, rodeó a las chicas y salió corriendo- ¡¡¡Manolo!!!
- ¡¡Lydia!!
Se fundieron en un emotivo
abrazo que recordó a Lucía a una de esas historias románticas que tanto gustaban
a Victoria. Siempre le habían parecido muy cursis, pero hora que había conocido
a Albert no le importaría vivir algo así.
El abrazo duró casi un
minuto durante el cual todos formularon sus teorías: Victoria pensaba que sería
perfecto para una historia que Lydia hubiese saltado por la ventana, Albert
opinaba que Lydia había amenazado con suicidarse y Miriam, la más normal,
pensaba que la chica había hecho algún trato con sus padres inspirada por las
cartas.
- ¿Leíste
mis cartas, cariño?
- Ay,
no me llames así, ¡que me da vergüenza! –la chica se sonrojó-. Claro que las
leí, pero fue una locura por tu parte. ¿Sabes lo que tardé en recogerlas todas?
Mientras los tortolitos se
miraban a los ojos y se decían millones de cosas que a los pequeños provocaban
nauseas, Albert tomaba fuerzas para hacer lo que llevaba planeando todo el día.
Cuando era más pequeño
habría dudado, pero había madurado y se había dado cuenta de que Lucía era una
parte fundamental de su vida. Ni siquiera cuando estaba en Barcelona, ni cuando
las chicas de su instituto le perseguían para hacerle fotos a escondidas había
dejado de pensar en ella. Sabía que la chica había rechazado varias peticiones
de salir a lo largo del año, pero también sabía que con él la conexión siempre
había sido especial.
Respiró hondo y, tras
asegurarse de que nadie le estaba mirando, se acercó a Lucía y le pidió en voz
baja que fuesen a un lugar más íntimo. La chica dudó un momento, nerviosa, pero
se decidió a acompañarle.
Caminaron en silencio hasta
llegar a una calle poco transitada de la zona y se sentaron al filo de una
acequia medio llena, de espaldas a la calzada. Albert tomó aire de nuevo y se
decidió a comenzar con el discurso que llevaba preparando toda la tarde:
-Lucía, yo…
- ¡Buh! –alguien gritó
detrás de ellos, asustando a la chica y haciendo que cayese al agua.
Albert se giró, también asustado,
y vio a Miriam parada tras él con cara de espanto. Ayudó a Lucía, que lloraba
al ver cómo había quedado su ropa, a salir y, después, se encaró con Miriam.
- ¿¡Qué
narices estás haciendo!? ¿No sabes lo que es la intimidad? ¿Eres una niña
chica? No me puedo creer que hayas hecho esto solo por incordiar. ¿¡Qué se te
pasa por la cabeza!? ¿¡TIENES CABEZA!? Eres odiosa, Miriam.
La chica, totalmente pálida,
miró al catalán en silencio. El chico no parecía arrepentirse de todo le que le
había dicho. Es más, estaba orgulloso de haber defendido así a la chica de sus
sueños. Antes de que las lágrimas empezasen a caer por sus mejillas, Miriam se
dio la vuelta y salió corriendo.
Sus celos lo habían
estropeado todo. ¿Qué sería de su vida si Albert la odiaba?
§
- Albert
se ha ido con Lucía y Miriam y será imposible separar a Manolo y Lydia –Alejandra
señala a los últimos, que están sentados a unos metros cogidos de la mano- Ya
han vuelto a marginarte, Victoria.
- Sí,
no es justo –la del pelo plateado puso cara de cachorrito triste- ¿Por qué
todas ligan menos yo?
- Bueno,
en realidad si que ligas –Claudia señaló a la casa de la abuela de Raúl con
cara de enfado-. ¿Te parece poco?
- No
es mi tipo, te lo dejo enterito para ti –rio la mayor.
- ¿Entonces
quién es de tu tipo? ¡A elegir! ¿Manolo o Albert? Yo no me pongo, porque soy el
más sexi y ganaré seguro –Víctor la miró con una sonrisa pícara y le dio un
codazo.
- ¡Eh!
No es justo, no me gusta ninguna de las opciones. Paso palabra.
En ese momento, Miriam pasó
a todo correr delante del grupo. Lloraba como una Magdalena y su hermana la
siguió, preocupada. Entraron las dos en la casa de su abuela, por lo que nadie
sabe lo que se contaron las hermanas.
- Si
Albert ha hecho que Miriam llore así, yo me quedaría con mi hermano –dijo Alejandra,
muy seria.
Victoria puso cara de asco y
negó con un gesto. Le parecía muy bonito lo que hacía por Lydia, pero ella ya
tenía claro el tipo de chicos que le gustaban. Y eran ocho veces más bordes y
misteriosos que Manolo.
Dio las buenas noches a sus
amigos y entró en casa.
§
Como casi siempre, la casa
de Victoria estaba vacía y no había supuesto ningún peligro para Daniel colarse
en el dormitorio de la chica. Tenía que contarle algo importante que llevaba
ocultándole un tiempo. Las cosas se habían complicado más de la cuenta esa
noche y, si no era totalmente sincero con Victoria, ambos podrían verse en
serios problemas.
Sabía que era posible que
todo cambiase cuando le contase lo que había ocurrido ese otoño pero, si lo
hacía, al menos se aseguraría de la eterna seguridad de la chica. Y, para él,
eso era lo más importante.
Sonó el chirrido del portón,
lo que significaba que la chica había vuelto. Daniel se preparó para lo que
estaba a punto de ocurrir.
------------Nota de Sofía------------
¡Perdonadme! Este capítulo le tocaba a Andrea y tenía muchos detalles que no me convencían, así que empecé a retocarlo y... en fin... se quedó estancado en la mitad y me olvidé de él. Sé que es corto, pero lo he escrito muy deprisa para que no me matéis. Prometo que no tardaré tanto en subir la próxima vez.