Hubo unos segundos de
silencio antes de que alguna de las chicas pudiese reaccionar. Victoria tenía
todo el cuerpo dolorido y Lucía intentaba recuperar el control. La segunda no
tardó en acabar con su faena y agarrar a la persona que había caído sobre su
amiga por el cuello. De un empujón, lo apartó de la del pelo plateado.
- ¿¡Estás
bien, Victoria?! ¿Te ha hecho algo? ¿Sientes el cuerpo extraño?
- Ay…
extraño no, dolorido sí… -se puso de pie con dificultad y miró a su agresor. Su
piel palideció (aún más de lo normal)
rápidamente- ¿Qué haces aquí?
- Salvándole
el culo a tu amiga. No me ha quedado otro remedio, no me conviene que se
deshaga delante de tus ojos –contesta Daniel, apartándose el pelo de la cara.
- ¿Qué
dices de deshacerse? –Victoria estaba muy confusa. Nadie le hizo caso, los
otros dos acababan de empezar una fuerte discusión.
- ¿De
qué la conoces? ¿Le has hecho daño a mi amiga?
- Tú,
niña, no me hables así, que te he salvado la vida. Y no, no le he hecho nada
porque no tengo motivos para ello.
- ¿Y
para lo mío sí tenías motivos? ¡Seguro que la has poseído o algo peor!
- ¡Muchos!
¿Te parece poco despertarme diciendo no sé qué de que mate a tus profesores?
Además, deja de hacerte la buena amiga, que aquí el que menos problemas le da a
Victoria soy yo.
Mientras ellos discutían y
se llamaban de todo, la del pelo plateado intentaba participar en la
conversación. No conseguía adivinar de qué se conocían sus amigos y ese era un
tema preocupante, ya que estaba bastante claro que Daniel había hecho algo malo
a Lucía en el pasado. Nadie contestaba a sus preguntas hasta que, de pronto, la
morena se empezó a gritarle a ella también:
- ¡Os
conocíais! ¡Sois amigos y os veis todos los días! ¿Esto es cachondeo, no? ¡Te
pasas la vida con este hijo de la gran…! Mira, quédate ahí tomando mucho por
culo, Victoria. No entiendo cómo he podido confiar en ti.
Y, sin despedirse siquiera
ni dar explicaciones, Lucía abrió el portón y se fue corriendo. La otra chica
la miraba desconcertada mientras ella se alejaba. Nada tenía sentido para Victoria
en ese momento. Cerró la puerta y cruzó el patio para entrar a la casa, sin
dejar de dar vueltas a la discusión. Daniel la siguió en silencio hasta que,
viendo que Victoria no iba a decir nada, se decidió a hablar:
- No
me vas a perdonar nunca, ¿verdad?
- ¿Yo?
¿Perdonarte? –la chica contestó muy seria pero, de pronto, le dio un ataque de
risa. Su amigo la miraba desconcertado- No he entendido nada de lo que estabais
hablando, y no voy a enfadarme por algo que no comprendo. Tampoco te voy a
hacer preguntas que no vas a contestar, así que me dormiré y haré como si no
hubiese pasado nada.
- ¿No
te has enterado? ¿Y no vas a hacerme preguntas? –el chico estaba cada vez más
extrañado, aunque se alegraba de que Victoria no le odiase- ¿No te has
enfadado?
- Ya
te he dicho que no voy a enfadarme contigo –ya recuperada de su ataque de risa,
la del pelo plateado sonreía calmada.
Después de esas palabras, se
tumbó en la cama sin molestarse en cambiarse de ropa. En realidad había
comprendido parte de la conversación a fuerza de darle vueltas, al menos lo
suficiente como para entender el porqué de la aparición repentina de
Daniel. No le había chocado comprender
que su mejor amigo había maldecido a Lucía. Ella ya sabía que ninguno de los
dos era normal. La morena no se comportaba con normalidad, y el chico había
aparecido en su vida justo el día que le habían diagnosticado aquella extraña
enfermedad y no había tenido reparos en explicarle que estaba con ella para
acompañarla al mundo de los muertos cuando llegase el momento.
No se iba a enfadar con
Daniel por lo que hubiese hecho en el pasado. Le resultaba imposible hacerlo.
§
“Que asco. Que asco. Que asco.”
Víctor escribía rápidamente en su diario, una pequeña libreta con el escudo de su equipo de fútbol favorito que escondía debajo de su mesita de noche.
No podía evitar sentirse asqueado al recordar la escena que había presenciado esa noche. Habría pagado por no estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. ¿Quién le iba a decir que, por estar intentando matar un mosquito con la raqueta eléctrica tendría que soportar una situación así?
Lo único bueno era que su hermana había comprado el silencio del chiquillo por diez euros. No era mucho teniendo en cuenta lo que el pobre niño había tenido que aguantar, pero tampoco era culpa de la chica y no quería dejarla sin blanca.
Continuó escribiendo en la libreta para calmar sus nervios:
“¿Quién se cree este tío que es? Que asco, que asco. Pobrecita Lydia, no se ha dado cuenta de la clase de pervertido que es su novio. ¡Mierda! Si es su novio, es mi cuñado. Que asco, maldito Matagatos. Como vuelva a intentar tocar a mi hermana, juro que le saco los ojos y se los echo a las gallinas”.
Pero el que peor lo estaba pasando en la casa en esos momentos no era Víctor, sino Lydia. Y no por que su hermano hubiese presenciado el arrebato románico de Manolo, sino porque él no había sido el único.
En ese momento, sus padres discutían en la cocina cual sería el castigo de la chica. No sabía qué le harían, aunque una parte del castigo había quedado decidida nada más entrar a la casa: Tenía terminantemente prohibido volver a acercarse o a hablar con su chico.
§
Faltaba
poco para que amaneciese, pero Miriam no había conseguido pegar ojo en toda la
noche. Tenía el estómago revuelto desde antes de volver a su casa,
concretamente desde después de aquella conversación que había tenido con
Victoria, Lydia, Manolo, Albert y Lucía.
Era
incapaz de dejar de pensar en la sospecha de la del pelo plateado de que
pudiese haber una relación entre los dos últimos. ¿Sería cierto? Victoria era
una chica muy intuitiva, tal vez debería preguntarle a ella el porqué de su
suposición.
- ¿Por
qué me preocupa esa tontería? –murmuró en la oscuridad de su habitación.
- ¿Qué
dices? –se escucha a Claudia desde la cama vecina.
- Nada,
duérmete.
- No
puedo. Das muchas vueltas y el colchón suena. Eres tú la que tiene que dormirse
de una vez.
- Ay,
déjame. Ya me estoy quieta.
- ¿Y
por qué no te duermes? ¿Te duele algo? ¿Estás esperando la visita de un amante?
–ríe y empieza a cantar “Amante Bandido”, de Miguel Bosé.
- No
digas tonterías y duérmete de una vez o mañana vas a estar muy cans… -las
palabras de Miriam se ven interrumpidas por el ronquido de su hermana pequeña.
La mayor se levantó
lentamente y salió al balcón. La conversación con su hermana había hecho que se
desvelase por completo. Cuando la pequeña hizo la última pregunta, una chispa
había saltado dentro de Miriam.
¿Era posible que su insomnio
estuviese provocado por un “amante”? Si eso era cierto, el “amante” solo podía
ser una persona. La chica maldijo en voz baja e intentó alejar esa idea de su
mente. Esperaba que sus amigas no hubiesen notado nada.
-------------Nota de Sofía-------------
Sí, es enano. Sí, he tardado muchísimo. Sí, el dibujo es una mierda.
Ya conocéis los motivos de mi tardanza. Y respecto al dibujo... no seáis muy crueles, es el primero que hago en estilo chibi.
Espero que no me odiéis para siempre ;_;
-------------Nota de Andrea-------------
Buenoooooo... Por fin llegó el capítulo por el que todos hemos esperado ansiosos :) Espero que os guste y disfrutéis leyéndolo.