Son un grupo de amigos normales que quieren disfrutar del verano al máximo. Pero no todo será fácil para la protagonista, que tendrá que guardar su mayor secreto si quiere seguir con vida. No será un camino de rosas.

martes, 31 de julio de 2012

Capítulo 6: Un día muy completo



Los chicos, muy ilusionados después de aquella velada, decidieron hacer un pequeño viaje en bicicleta para recorrer los campos y pueblos de la zona. Tendrían que salir muy temprano para no pasar demasiado calor, pero era un sacrificio que merecía la pena. El año anterior ya habían hecho varias excursiones de ese tipo y siempre disfrutaron mucho de ellas. Contentos con su idea, volvieron a sus respectivas casas.
§
Manolo volvió a acompañar a Lydia a su hogar. Su hermano Víctor, que iba delante, quería llegar cuanto antes para no verlos juntos. Prefería evitar escenas “desagradables”. Ellos no sabían nada, pero el niño había presenciado lo ocurrido la noche anterior escondido entre las cortinas de la ventana del salón. Tuvo que contener la risa cuando su “futuro cuñado” recibió la patada de Lydia.
De todas formas, por si la chica esta vez no se defendía y Matagatos volvía a hacer algo indecente, iba varios metros por delante para no verlo.
Al final, su previsión fue útil. Esta vez Lydia no se resistió.
§
Por otro lado Albert, Raúl y Lucía  fueron a sus casas los tres juntos.  Los mayores se sentían molestos por la presencia del chiquillo, que los miraba con mala cara cada vez que se acercaban a más de medio metro. Por suerte, Raúl entró a ducharse y les dejó un rato de intimidad. Mientras esperaban a que el niño terminase, los dos tortolitos se sentaron en la puerta de la abuela del catalán. Hablaban en voz baja, para que nadie los escuchase.
- Hey, Lucía...-llamó el chico la atención de su amiga. Cuando esta le miró, se puso rojo y bajó la vista- ¿Q-qué tal b-bailo?
- Bailas bien, solo me has pisado un par de veces –rio ella, intentando que Albert se relajara.
-Oh… -dice el catalán, que se había sonrojado- P-pues a mí… a mí… -cogió aire, parecía costarle mucho terminar la oración- ¡me hacia mucha ilusión bailar contigo! –aunque alzó la voz, era incapaz de mirar a Lucía a los ojos.
La chica se rio de la timidez de Albert. “Está tan mono sentado en el suelo, rojo como un tomate…” pensó.
- ¡Qué bien! Era lo mismo que yo quería, ayer me porté muy mal contigo y sentía que te tenía que compensar.
- Ah, ¿sí? Creía que te estaba presionando, me alegro de no haberte molestado.
- ¡Pues claro! ¿Quién no querría bailar contigo? Además, me siento tranquila cuando estoy a tu lado.
Albert estaba completamente colorado. Se sentía inmensamente feliz después de las declaraciones de la chica, pero por más que lo intentaba no podía mirarla a la cara. No quería perder el control como la noche anterior, cuando estuvo a punto de estropear su relación con la que, durante varios años, había sido en secreto una de las mujeres más importantes de su vida.
De pronto, el silencio de la noche se vio interrumpido por el grito de Mari, la madre de la chica:
- ¡Lucía! ¡Vamos, que tu hermano ya ha terminado de ducharse!
Se puso de pie, triste por tener que despedirse del chico. Aunque estaban justo al lado, estaba segura de que le echaría de menos.
- Bueno, Albert, me tengo que ir  –hizo de tripas corazón y se despidió dándole un pequeño beso en la mejilla.
- Hasta mañana –murmuró el chico con voz temblorosa a causa de la emoción.
Durante toda la noche, Albert soñó con ese pequeño beso que le dio la chica de sus sueños. No durmió demasiado, quería aprovechar aquel momento de extrema felicidad.
§
Poco después de terminar de bailar, Victoria se quedó profundamente dormida con una sonrisa en el rostro. Desde el alféizar de la ventana, Daniel la miraba con gesto tierno. Le gustaba verla tan feliz y, además, le había hecho mucha gracia ver cuál era su fondo de pantalla en el móvil.
En la imagen salía él cuando le regaló un ramo de violetas por San Valentín. La chica se había enfadado mucho ese día, porque no sabía dónde esconder el ramo para que su padre no lo viera. Al final fueron juntos a tirarlo al río.
Lo que el chico no sabía era que Victoria había hecho una fotografía. Normalmente la chica no solía mostrar su lado romántico, pero cuando lo hacía, Daniel no podía evitar sentir un gran afecto hacia ella.
§
Cuando llegaron las ocho de la mañana, todos se levantaron y empezaron a preparar las cosas para su pequeña excursión, que empezaría a las ocho y media.
El que más emocionado estaba era Albert, que tenía muchas ganas de volver a ver a Lucía después de aquel beso. Había dormido poco, pero se sentía cargado de energía. Desde luego, aquella chica tenía algo especial que hacía que perdiese la cabeza. Tanto rato llevaba despierto sin saber qué hacer, que fue el único que se acordó de Victoria. Nadie le había dicho nada la noche anterior, porque se fue antes de que hiciesen los planes. Corrió a llamarla media  hora antes, agradeciendo el haber madrugado. Llegó a la casa de la chica a toda velocidad y llamó a la puerta. Si estaba dormida, que era lo más probable, aparecería hecha una furia.
Unos minutos después comprobó que sus suposiciones eran acertadas. Victoria abrió la puerta con su pelo plateado totalmente revuelto y utilizando como pijama una camiseta grande de publicidad de alguna bebida. El chico se sonrojó al verla así.
-       Catalán, ¿me quieres explicar que coño haces aquí a estas horas? –rugió, sin reparar en lo incómodo que se sentía el chico.
-       Yo… este… Es que anoche organizamos una excursión con las bicis y se nos olvidó decírtelo. Tienes media hora para prepararte si quieres venir.
-       Joder, casi os podríais haber olvidado también ahora. Anda, pasa –dejó entrar al chico y, sin cerrar la puerta exterior, cruzó el patio y entró a la casa.
El catalán se sintió aliviado al ver que, aunque la camiseta los tapaba, su amiga llevaba unos pantalones cortos debajo de la camiseta. Mientras ella se cambiaba, dejó al chico en el comedor viendo la televisión.
Supuso que los padres de Victoria no estaban, si no, no le habría dejado entrar con tanta facilidad en la casa. La mujer era una persona normal y muy calmada, pero su esposo… No soportaba ver a su hija cerca de un chico, decía que era muy joven para “eso”. Ella no entendía qué significaba “eso”, pues siempre que tenía cerca a algún hombre ajeno a la familia era por amistad, no por los motivos que pasaban por la mente de su progenitor.
-       Hala, a tomar por saco –Victoria, con su mal humor mañanero, volvió al comedor y lanzó su mochila sobre la mesa-. No pienso ir tirando nunca jamás de chicles por si os dan mareos, que luego os los coméis estando perfectamente. ¿Quieres galletas?
No esperó a que el chico contestase. Se comió dos de un golpe y bebió un zumo de melocotón rápidamente.
-       Oye, Victoria, no es por meterme contigo, pero el azul marino y el negro no pegan –Albert señaló los pantalones de su amiga.
-       ¿Y a mí qué me cuentas?
-       Se supone que a las chicas os gustan los modelitos y las combinaciones…
-       Machista –tira el cartón vacío del  zumo a la cabeza del catalán-. Vámonos, que ya nos estarán esperando los adultos. Nunca entenderé por qué hay que ir tirando de ellos, pero qué se le va a hacer…
Al salir de la casa cerraron la puerta con llave. Albert se alegró al ver que, en el lugar donde habían quedado, aún no estaba Lucía. No sabía si la chica se enfadaría con él al verle salir de la casa de Victoria.
§
 A las ocho y veinticinco ya estaban todos en la puerta de Ulpiano, el abuelo de Miriam y Claudia. Este año también habían permitido ir a los hermanos Matagatos, así que eran más que nunca: Albert, Lucía, Manolo, Lydia, Alejandra, Claudia, Víctor, Raúl, Miriam y Victoria, además de los adultos; Ulpiano, Pili (una amiga de los padres de Lydia que vivía allí), Octavio (un amigo de Ulpiano que venía de vez en cuando a visitar a su hija al pueblo) y Francis (un vecino que solo aparecía por allí en verano). No tardaron en iniciar su viaje.
Los primeros que iban de aquel gran grupo eran Ulpiano, Víctor y Raúl, cuya velocidad era excesiva para el resto de ciclistas. Los segundos eran Victoria, Miriam, Alejandra y Claudia,  seguidos de Lydia y Manolo que iban bastante despacio conversando entre ellos, los penúltimos eran Albert y Lucía y, por último, Octavio, Pili y Francis.
La gente que los veía pasar aplaudía y decía que era muy gracioso ver a tantos niños en bicicleta. Un señor, incluso, dijo que parecían una guardería ambulante. Esto molestó a Claudia, que se puso a gritarle y estuvo apunto de atropellar a una anciana. Intentando esquivarla, se cayó de la bicicleta y se hirió las dos rodillas.
Ver toda la sangre que empezaba a empapar los pantalones de la niña hizo que Lydia se desmayase y que la vieja empezase a gritar como una histérica. Hubo suerte de que Manolo no se despegase nunca de la primera y pudiese cogerla antes de golpearse contra el suelo.
Tardaron un poco en conseguir que la mujer calmase y llamase a alguien para que llevase a la niña hasta su casa. Desde luego, no podría continuar con el viaje en ese estado.
Un amable vecino apareció con una furgoneta marrón y cargó a la niña, al abuelo y sus respectivas bicicletas. Mientras, los demás esperaron a que Lydia recuperase la conciencia maldiciendo a la anciana despistada, que se había encerrado en su casa y no había vuelto a salir.
-       Esto es alucinante –reía Victoria sarcásticamente-. Nos tira a Claudia al suelo, hace que Lydia se desmalle, se esconde y no nos ofrece ni un poco de agua. Como le pase algo a alguna de las dos os juro que vengo y le escribo en la puerta “hija de…
-       Hey, Vicky, cálmate –la interrumpe Lucía, echando un brazo por los hombros de su amiga- Ya verás como no tarda mucho en despertarse, es que es una debilucha.
-       ¿Puedo venir a rayar puertas contigo? –Raúl también estaba muy enfadado.
-       ¡Hey, venid! ¡Que ya se despierta! –grita Manolo, que tenía a la desmayada apoyada en su regazo.
Cuando Lydia despertó se encontró en el suelo con un montón  de niños mirándola. No recordaba lo que había ocurrido, pero ahí estaba Manolo que le infundió tranquilidad con su presencia. La chica, empezando a recordar, preguntó por Claudia. Alejandra le explicó que se la habían llevado en una furgoneta.
-       ¿Te sientes capaz de seguir? –Francis la ayudó a levantarse.
-       Creo que sí, solo ha sido el susto.
-       De todas formas, iré contigo al fondo más despacio, ¿vale? –Manolo le acarició el pelo y subió a su bicicleta.
Poco después habían llegado todos a casa. No recorrieron tantos kilómetros como estaba previsto, pues había que tener cuidado de que Lydia no se esforzase más de lo necesario.

Para combatir el calor que tenían, Lydia invito a todos  los niños a su piscin. Eran muchos, pero cabían perfectamente y se lo pasaron muy bien.
Lydia, Miriam  y Lucía estaban haciendo un baile un poco loco, nadie diría que hacía media una hora que la primera había sufrido un desmayo. Albert y Manolo jugaban al voleibol en el agua riéndose cuando alguno de los dos perdía un punto. Raúl y Víctor no paraban de tirarse al agua salpicando a todos y ganándose los insultos de las mayores, que juraban que no volverían a llevarlos a ninguna parte. Mientras, Victoria buceaba esquivando a todos los que estaban metidos.  Sin que se dieran cuenta llegó la hora de comer y los grandes se salieron de las piscina. Lydia sacó unas Coca-Colas y patatas fritas y estuvieron un rato charlando  sobre todo lo que les había pasado en esta pequeña excursión. En el agua, con una mucha energía, no paraban de tirase Víctor, Raúl, que al final consiguieron que sus respectivas hermanas los sacaran a rastras. A la una del mediodía se fueron a sus casas y la piscina quedó muy tranquila. En el agua aún se notaba la agitación producida por el alegre grupo de niños.
§
 A las 9 ya estaban todos en la calle. Aquella noche los pequeños estuvieron bailando y jugando mientras los más mayores conversaban sentados en el suelo.
-       Lydia, Manolo… ya va siendo hora de que nos confeséis lo que os traéis entre manos –les dice el catalán sonriendo.
-       ¿Nosotros? –contestan los dos a la vez
-       Huy, miradlos, están sincronizados… que bonito es el amor –Lucía hace la forma de un corazón con sus manos.
-       ¿Y Albert y tú, qué? Se os ve muy juntitos… Venga, venga, ¡que empiece Sálvame Deluxe! Aquí está Karmele… -Victoria, muerta de risa, señala a Miriam.
-       ¿Me estás comparando con esa? ¡Un respeto a tus mayores, Vicky!
-       Oye, que tú eres la primera que me llama vieja.
-       Es que ese tinte no te pega, me gustaba más cuando lo tenías negro.
-       Que no es un tinte, pesada. Os he dicho millones de veces que es natural.
-       Sí, con quince años y esos pelos… Victoria, no cuela –Manolo hizo como que caminaba con un bastón y la chica le sacó la lengua.
-       ¡Pues yo creo que te queda muy bien, estás muy guapa! –se escuchó a Raúl de fondo. Victoria se llevó las manos a la cabeza y todos se echaron a reír.

 Serían las once más o menos cuando Raúl y Víctor desaparecieron. Pasado un rato, Victoria empezó a gritar diciendo que le estaba cayendo agua, pero los demás la ignoraron hasta que vieron su pelo plateado completamente empapado y empezó a caerles agua a ellos también.
Raúl y Víctor estaban con unas pistolitas de agua mojando a todos sus amigos, aunque el hermano de Lucía se disculpaba cada vez que mojaban a Victoria. Todos empezaron a correr y gritar. Cuando se quisieron dar cuenta, estaban chorreando de agua.
Cada uno se refugió en su casa, Lucía entró junto a Victoria en el patio de la del pelo plateado.
-       Vale, vamos a evaluar los daños… -empezó a hablar la del pelo rizado cuando estaban ya a salvo.
-       Venga, empiezo yo, que lo que voy a decir seguro que es más importante. Tienes todos los pantalones blancos llenos de barro de cuando caíste de culo en aquel charco, estás manchando el suelo.
Lucía miró su ropa, que estaba completamente hecha un asco. Con lo que le gustaba a ella aquel pantalón… Empezó a ponerse realmente nerviosa y notaba un fuerte dolor de espalda. Pidió con voz débil a su amiga que se girase, no debía verla en ese estado si quería conservar su vida.
-       ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
De repente, Lucía gritó desesperadamente. Algo cayó encima de Victoria, tirándola al suelo e impidiéndole ver lo que ocurría a su amiga.
-       ¿Ves por qué te dije que no te juntaras con ella? Eres demasiado curiosa, podría haber muerto por tu culpa.


-----------Nota de Andrea-------------------
Hola, soy Andrea. Este capítulo a parte de ser romántico tiene escenas de caídas y cosas raras. Estoy muy orgullosa de que nuestra historia guste cada vez a más personas ^^

----------Nota de Sofía-----------------------
¿Cómo va la vida, gentecilla? Aquí os traemos el capítulo 6. ¿Que a qué se refiere Andrea en su nota con "cosas raras"? No tengo ni idea *-*
No sé qué decir sobre este capítulo, tengo unos gustos muy extraños. ¿Es una mierda o el mejor del mundo? Dejad vuestra opinión en un comentario, porque de verdad que yo no me aclaro.

------------Nota en conjunto---------------
Os hemos dejado una nota en el margen derecho. A Andrea le hacía ilusión hacer esa pregunta. ¡No olvidéis votar!

sábado, 21 de julio de 2012

Capítulo 5 - Bailar pegados


Al día siguiente, por unos motivos u otros, nadie apareció por la calle.
Lydia estaba enfadada con Manolo, muy, muy enfadada. Menos mal que su hermano había vuelto antes que ella a casa, si no habría presenciado una escena romántica-violenta no apta para menores de edad.  ¿Qué clase de avenate habría impulsado al chico a besarla justo frente a su puerta? Podrían haberla visto sus padres, hubo suerte de que estuviesen en el patio con unos amigos. No solo habría tenido problemas por eso, también por la fuerte patada que dio al chico en sus “partes flojas”.
Lucía y Raúl estaban visitando a su padre, que estaba trabajando en un bar del pueblo vecino desde que se separó de su madre. Pasaron todo el día con él.
Victoria fue con sus padres a ver a su abuela, que estaba enferma. Aunque su visita fue bastante corta, la deprimían tanto los hospitales que pasó la mañana encerrada en su cuarto escribiendo.
Los hermanos Matagatos habían salido, pero al ver que no había nadie se quedaron en casa haciendo los deberes del verano. En realidad, Manolo estuvo bastante más centrado en hacer un dibujo de Lydia que en los ejercicios de matemáticas.
Miriam y Claudia tuvieron una barbacoa y se quedaron en casa para recibir a los invitados.
Y, por último, Albert se sentía sin fuerzas para salir a la calle. Le daba vergüenza volver a encontrarse con Lucía después de su pérdida de control del día anterior. No quería incomodar a la chica más de la cuenta y prefirió dejar que el tiempo calmase la situación.
§
Por la noche, la situación fue completamente distinta. Alejandra, muy ilusionada, iba de casa en casa de sus amigos llamando a las puertas y metiendo papelitos por debajo.
Victoria fue la primera recibir a la chica, pues estaba a punto de salir cuando metió el papelito por debajo. Abrió tan de repente que la niña se asustó y salió corriendo, pensando que era el padre de su amiga, casi siempre enfadado. Pero la mayor no tardó en agarrarla por el cuello del vestido y atraerla hacia sí, con cara de enfado.
-¿Qué narices estabas haciendo metiéndome basura por debajo de la puerta? Ya sabía yo que en tu familia estabais chiflados. El abuelo mata gatos, ella no sabe lo que es una papelera…
- ¡Que no es eso, Vicky! Es que mi abuela se ha empeñado en que montemos una fiesta con música y todo, para celebrar que hemos vuelto a vernos. Nos prestan el patio y la cocina.
- ¿Una fiesta? ¿Cuánto pagarás por mi presencia allí? –Bromeó la chica- Anda, vamos, te acompaño a repartir las invitaciones y a llamar a los otros. Aunque como haya que esperar a que Lydia y Lucía se arreglen, tendremos que hacer la fiesta el año que viene.
Alejandra ríe y camina junto a su amiga. Pronto llegaron a la casa de Lucía, de la que salían fuertes gritos. La madre parecía estar realmente enfadada con Raúl, al que se oía llorar desde lejos. Decidieron ir un poco más tarde, asustadas por los gritos. Fueron a la casa de Albert, que estaba justo al lado, y salió a recibirles su abuela.
-       ¡Ay, niñas, hola! –las saluda, contenta. Era una mujer muy alegre y parlanchina- ¡Albert, mira, han venido tus amigas! ¡Que grandes se han puesto!
El chico salió de detrás de su abuela, corriendo y miró a las chicas como buscando a alguien. Puso cara de pena al no descubrir a Lucía entre ellas, pero aun así fue con ellas. Mientras caminaban en dirección a la casa de Lydia, explicaron al chico lo de la fiesta. Se le veía ilusionado.
-       ¿Y no vais a invitar a Lucía? –preguntó con tono inocente. Victoria se rio y empezó a darle codazos- Hay, quita, vieja pesada –tiró del flequillo plateado de la chica, que  empieza a peinarse rápidamente. Le molestaba mucho que tocasen su extraño pelo.
-       Estaban dando voces en su casa. Y ya sabes cómo es Mari cuando se enfada… -Alejandra hizo como que temblaba.
Mientras conversaban, llegaron a la casa de Lydia y Víctor. En lugar de llamar al timbre, continuaron con su mala costumbre de todos los veranos. Se ponían todos en fila y gritaban los nombres de los hermanos, llamando no solo su atención, sino la de todos los vecinos.
-       ¿Ya estáis chillando otra vez? ¿A que os tiro algo? –gritó el niño con tono amenazante. Después, se dirige a su hermana también a gritos- ¡Tonta! ¿Por qué me pegas?
-       No chilles, que pareces un loco… -la chica termina de quitar los muchos cerrojos de la puerta y aparece ante ellos, al lado de su hermano.
Bajó las escaleras, al igual que Albert, buscando algo con la vista. Al contrario que el chico, pareció  relajarse cuando no encontró lo que buscaba.
Así, fueron pasando por todas las casas recogiendo a sus amigos. Incluso consiguen sacar a Miriam y Claudia de la barbacoa, donde se estaban aburriendo mortalmente.
Ya solo faltaba Lucía, pero por algún acuerdo silencioso entre los amigos, se las apañaron para dejar a Albert solo frente a la puerta. Se les escuchaba reír detrás de un coche que había aparcado cerca. El catalán maldijo su suerte, pero esperó a la chica con su mejor sonrisa. En realidad, tenía muchas ganas de volver a hablar con ella.
Se abrió la puerta y el corazón de Albert latía cata vez más rápido. Alguien salió de detrás de la cortina y le abrazó.
-       ¡Victoria! ¿Has venido tú sola? –Raúl sube la vista para mirar a la persona a la que ha abrazado. Lo normal sería que Victoria le hubiese empujado hacia atrás… pero no era Victoria- ¡Ay! ¡Quita bicho! Me había parecido verte el pelo gris –se aparta del catalán con cara de asco.
-       Que bonito recibimiento. ¿Está tu hermana? Vamos a hacer una fiesta en casa de los Matagatos.
El niño entró fastidiado en casa para buscar a su hermana. Mientras, el resto del grupo salió de detrás del coche. Víctor, Miriam y Lydia estaban muertos de risa, pero Claudia refunfuñaba algo  como “¿qué tendrá la loca esta que tanto le gusta?” y pisó a Victoria, que le retorció el  brazo.
Cuando salió Lucía, el saludo no resultó tan divertido como esperaban sus retorcidos amigos. Se comportaba con normalidad, intentando ignorar a Albert. No le hizo mucho caso y empezó a hablar con las mayores sobre lo que habría en la fiesta. De vez en cuando, Alejandra intervenía y explicaba algunos detalles, pero los otros cuatro (Albert, Víctor, Claudia y Raúl) no intervenían en la conversación.
No tardaron en llegar a la casa de los Matagatos, cuyo patio estaba engalanado con guirnaldas y una gran radio roja. Manolo y su abuela esperaban sentados en el patio, junto a una mesa llena de bebidas y aperitivos. El chico se sonrojó al ver a Lydia, pero ella optó por hacer como Lucía e ignorarle, aunque cuando fue a coger una lata de Coca Cola, no pudo evitar que la cogiese de la mano. A la fuerza, la llevó a la cocina para intentar aclarar lo sucedido la otra noche.
Mientras, Alejandra trasteaba entre los discos que habían preparado sus abuelos, sin encontrar nada que les gustase. Todo era música de esa que ponen en la feria para que bailen los ancianos. Cansada del poco ambiente que había, Miriam se subió a una silla e intentó llamar la atención de sus amigos, que la miraron sorprendida. No era normal que la mayor y más tímida del grupo hiciese esas cosas.
-       ¡Oídme! Aquí solo hay música del año de la pera, ¿qué os parece si hacemos cómo si fuéramos de esa época? En plan teatro.
-       ¡Buena idea! –gritaron Claudia y Víctor, entusiasmados.
Albert no perdió la oportunidad. Cogió de la mano a Lucía y le pidió que bailase con él en un gesto más propio de la edad moderna que de los años 50. Pero ella no se lo pensó mucho. Aunque aún se sentía algo nerviosa cuando estaba con el chico, le apetecía de verdad bailar con él.
Empezó a sonar un pasodoble de Juan Leguido, llamado “El beso”. Nadie se vio de dónde salían Manolo y Lydia, pero empezaron a bailar también. Era una escena realmente bonita, todos parecían muy felices bailando. Al final, se unieron también las parejas formadas por Raúl y Claudia (después de que ella suplicase largo rato) y Alejandra y Víctor. Miriam y Victoria se quedaron algo apartadas, comentando los pasos de unos y otros.
-       Pareces una vieja, con esos pelos teñidos de gris y sentada mientras los demás bailan. Podrías disfrutar un poquito con los demás, Raúl mataría porque bailaras con él.
-       Yo bailo muy mal, Miriam y además me canso con mucha facilidad.
-       Sí, sí, claro. En realidad es que te has buscado algún novio por ahí y no quieres bailar con nadie que no sea él.
La del pelo plateado no contestó, pero intentó ocultar la cara bajo su largo flequillo. Se había puesto roja.
La velada transcurrió pacífica, todos se habían divertido mucho. A las doce cada uno volvió a su casa, dejando el patio de los Matagatos bastante sucio. Pero Alejandra no se preocupaba por eso y Manolo se sentía la persona más feliz del mundo. Despidió al resto gritando con alegría.
§
“Bailar bajo la luna con el amor de tu vida. ¿Qué más se puede pedir?” pensaba Victoria mientras buscaba en su armario algo cómodo para dormir. Como ocurría últimamente todas las noches, Daniel no tardó en aparecer.
-       Se te ve triste. Además, no has bailado. Tienes que aprovechar tu vida, Vic. Sabes que es corta.
-       ¿Yo? No sé bailar, habría hecho el ridículo. Y el único que quiere bailar conmigo es Raúl… si acepto le daré falsas esperanzas. No quiero que se ilusione.
-       Por la forma en que lo dices, te has quedado con toda la gana de bailar. ¿Y quién dice que es Raúl el único? –se acercó a ella, que no se inmutó.
-       Vamos, está claro que soy demasiado extraña para llamar la atención de nadie… ¡hey, estate quieto! –regañó al chico, que había cogido su móvil sin permiso. Empezó a rebuscar en él hasta que dio con lo que estaba buscando.
En la habitación empezó a sonar la canción We are Young, de Fun. Daniel lanzó el móvil sobre la cama y agarró a la chica por las manos. Sin que ella pudiera resistirse, la apretó contra si y empezó a bailar. Victoria tardó poco en relajarse y dejarse llevar por la música y el suave balanceo del cuerpo del chico.
Aquella canción parecía haberse escrito para ellos, y estaba dispuesta a disfrutar de ese momentito de gloria.



--------------Nota de Sofía----------------
Que lindo es este capítulo. Nos encanta a las dos. Esperamos que a vosotros también os haya gustado y que no olvidéis comentar :) Gracias por leer nuestra historia
-----------Nota de Andrea-------------
Hola, soy Andrea. Estoy muy contenta de que nos sigáis. Este capítulo es super romántico y estoy muy orgullosa de que nuestra historia vaya tan bien ^^

lunes, 16 de julio de 2012

Capítulo 4: Cupido nos ataca


Después de aquel rencuentro, Lucía quedó muy impactada. Nunca se habría imaginado que el catalán se iba a poner así de guapo. Cuando llegó a casa casi no podía controlar sus nervios y notaba una fuerte presión en la espalda. Soltó el carrito de la compra en la cocina y se encerró en su cuarto.
Buscaba algo en los estantes mientras Filipo la miraba desde la cama. Encontró lo que buscaba entre un libro y un muñeco Nenuco que le gustaba mucho de pequeña. Corrió a sentarse junto al gato y abrió el polvoriento álbum de fotos. A pesar de ser uno de los más recientes estaba bastante sucio, pero eso a ella no le importó. Pasó las páginas hasta encontrar la fotografía que estaba buscando y, al verla, le dio un ataque de risa.
Era imposible que su amigo hubiese cambiado tanto, totalmente imposible. Antes era bajito y delgado, con el pelo castaño claro y no muy guapo. ¿Lo habría abducido los alienígenas y ese adolescente era un sustituto?
Fuese como fuese, decidió salir a la calle esa noche, convenciéndose a sí misma de que era un capricho pasajero. Pero en realidad era todo mucho más profundo.
     §
Esa noche, acompañada de Raúl, apareció puntualmente en la puerta de Victoria. Sus amigos la miraban de forma extraña. Según les había contado su hermano, se había convertido en una huraña antisocial. Aun así, no dijeron nada y la saludaron con una sonrisa.
Lucía, metida en su burbuja, no reparó en las miradas de sus amigos y los saludó como si no les hubiese dejado plantados el día anterior. No hizo demasiado caso a los demás, solo tenía ojos para Albert. Tan emocionada estaba que no se dio cuenta de las burlas de Claudia y Víctor:
-       ¿Qué le ha dado a esta hoy? Mira, mira las babas, Clau –reía el niño.
-       ¿Tú crees que le gusta? El año pasado estaban siempre discutiendo…
-       ¿Y no dicen que los que se pelean se desean? –intervino Victoria, que estaba detrás de ellos jugando con un perro callejero.
Rieron los tres bajo la mirada reprobatoria de Miriam, que no aprobaba que se burlasen de una amiga que, claramente, acababa de pasar una mala racha.
 Mientras Victoria jugaba con los pequeños y Miriam jugueteaba con su móvil, Lucía no despegaba la vista de Albert.
No paraba de mirar sus ojos tan grandes y azules como si estuviese hipnotizada. Los comentarios chistosos sobre ellos volaban de un lado para otro, provocando risas, pero ninguno de los dos se daba cuenta.
Los únicos que no se habían unido a la conversación eran Manolo y Lydia, que hablaban un poco apartados del grupo.  Los dos estaban bastante nerviosos, se alegraban de que sus amigos estuviesen entretenidos con otros temas. Querían intimidad, los dos habían esperado mucho aquel momento, no querían que un puñado de chiquillos estuviese dando vueltas a su alrededor.
Manolo  empezó a hablarle a Lydia, rompiendo un incómodo silencio, con la voz un poco titubeante.
- Lydia…
- Hola, ¿que tal estas? Desde el rencuentro me has dejado un poco marcada, no me gustó que no me hablases.
- Lo siento… no quería hacerle daño al amor de mi vida
- ¿Perdona? –Se sobresaltó la chica- ¿El amor de tu vida?
- Sí, ya te lo dije el año pasado. Te quiero desde que te conocí –dice en voz baja Manolo. Ha puesto todo su corazón en estas palabras.
Lydia se puso completamente roja, no sabía qué contestar y se empezaba a formar otro silencio incómodo. Casi agradeció la intervención de Victoria.
-       ¿No vas a darle nada al pobre muchacho? Ay, que poco corazón…
-       Es que me he quedado sin palabras –murmuró Lydia, cada vez más sonrojada. Victoria se retiró viendo que iban a retomar su empalagosa conversación.
-       Entonces ¿qué? ¿Saldrías conmigo? Por favor, no huyas otra vez… -dijo con ansiedad el mayor de los hermanos Matagatos.
-       Este… ¡qué mal! Supongo que… -Lydia no encontraba las palabras. Después de unos segundos, cogió aire y soltó-: Está bien, te daré una oportunidad.
-       ¿Puedo gritar de alegría? –rio el chico, que parecía la persona más feliz del mundo.
-       Ni lo sueñes, que ya sabes lo cotilla que es esta gente. Además, ya tengo que irme… -le parecía cruel dejar así al chico, pero no quería tener problemas con sus padres. Eran muy estrictos con lo horarios.
-       Espera, que te acompaño –dijo el chico cuando ya se ha girado para marcharse. Ella no respondió.
Matagatos la acompañó de la mano a su casa pero se sentía ttriste por tener que despedirse tan pronto de su chico. En ese momento le apeteció realmente besarla…

§
Por otro lado, Lucía estaba demasiado nerviosa. El catalán le había echado el brazo por encima y Lucia le cogió de la cintura.  La chica estaba empezando a perder el control y la espalda le dolía horrores, pero no quería estropear el momento. Victoria vio que algo raro se le movía detrás de la camiseta, pero sonrió pensando que Albert se había vuelto un pervertido. No se dio cuenta de que lo que estaba en la espalda de su amiga era mucho más grande que el brazo de un chaval de quince años.
Después de una larga noche y en vistas de que su camiseta no aguantaría mucho más, Lucía decidió volver a casa, pero no consiguió deshacerse del catalán, que la acompañó hasta allí. Estaban los dos en la punta de la calle, cerca de sus respectivas casas, y fue ahí donde el catalán la  intentó besar por primera vez. Lucía lo esquivó rápidamente, notando como se empezaba a romper la tela de su camiseta favorita.
Miró al chico sorprendida, no esperaba aquello. Tenía una imagen de él algo más prudente, pero el chico había demostrado que no solo había cambiado exteriormente desde el verano pasado. Corrió de espaldas hacia su casa, intentando ocultar los dos apéndices negros que sobresalían de su espalda. Sin contestar a las disculpas de Albert, huyó de allí en una escena que parecía repetirse cada año.
§
-       ¿Otra vez apareciéndote a estas horas? Menos mal que no están mis padres… Como nos pillen algún día, me encargaré de que no puedas volver.
-       Sabes que no me harías nada –contestó Daniel. Le gustaba discutir con Victoria, y no era difícil conseguirlo apareciendo tan tarde en su cuarto-. Es raro que tus padres salgan, parece que están recuperando la magia.
-       ¿Magia? ¿Llamas magia a que la abuela esté resfriada y haya que cuidarla?
-       Hey, tranquila, tranquila –el chico se tumbó con confianza sobre la cama de Victoria y la llamó a su lado, pero ella le contestó de mala manera.
Se produjo un silencio, aunque a ninguno de los dos parecía molestarle. Reflexionaban cada uno por su cuenta, aunque sin saberlo, estaban pensando en lo mismo. El chico se sentó y miró a Victoria, que estaba tumbada en el suelo. Le recordaba a algún animalillo salvaje, y eso hacía que se comportase con ella como un hermano mayor.
-       ¿Has visto qué mal están tus amigos? Tienen las hormonas completamente revolucionadas. Cada vez empezáis antes…
-       Hablas como los viejos, pero tienes razón. ¿Has visto la que se traen Lydia y Matagatos? Veremos si pronto tenemos un niño chico más para cuidar.
-       ¡Ja! Que exagerada eres –el chico parece divertirse mucho. Se tumbó en el suelo junto a su amiga, que no reaccionó.
-       Y los otros dos, Albert y Lucía… Esos si que me preocupan. Lucía es muy reservada y el catalán ha cambiado mucho… tengo la sensación de que nos darán problemas.
Daniel se puso repentinamente serio y se giró para quedar mirando a Victoria. Este le observaba por el rabillo del ojo.
-       Creo que sería mejor que no te acerques más de la cuenta a Lucía. Tiene algo oscuro…
-       ¿Algo oscuro? ¿Qué no me acerque? Pareces mi padre. Sé cuidarme yo solita, no hace falta que me vigiles tanto, pesado. A veces te mataría.
-       Ah, ¿soy un pesado que te trata como a una niña chica? ¿Tanto me odias como para querer matarme? –rio el chico- Verás… ¿Me dejarías quedarme aquí a dormir hoy?
Victoria abrió mucho los ojos, incapaz de contestar. Daniel era totalmente impredecible, su pregunta la había dejado sin palabras. A ella, que siempre tenía una respuesta para todo.
-       ¿Ves? Eres incapaz de negarme nada, en realidad me has cogido cariño –besa en la frente a la chica y salta por la ventana, perdiéndose en la oscuridad.
Un escalofrío recorrió a Victoria. Tuvo un mal presentimiento, pero decidió apartar su mente de ideas funestas e irse a dormir. Ya estaba acostumbrada a que Daniel le dejase esa sensación cada vez que se iba. 


---------------Nota de Sofía---------------
Ya estamos otra vez dando la lata. Menudo capítulo nos ha salido, se nota que lo ha hecho Andrea. Yo no soy tan romántica xD
Os hemos dejado una encuesta sobre los chicos de la historia, para que vayáis participando en el blog. Votad, a ver quién gana ^^
Espero que os haya gustado el capítulo, pronto tendréis más. Y los dibujos solo me queda escanearlos (a ver cuándo me acuerdo)

------------Nota de Andrea-----------------
 (Soy Sofi otra vez) No he conseguido su nota, y esta vez no tengo ni idea de lo que os quiere decir. Supongo que me regañaría por haber subido tan tarde el capítulo. Si la consigo, la subiré y os avisaré en tuenti.
Disculpad.

sábado, 7 de julio de 2012

Capítulo 3: Los últimos son los primeros


-       A lo mejor deberías dejar las drogas –dijo alguien detrás de Victoria.
-       Ay, no aparezcas a etas horas de la noche hablando tan alto, que ya sabes lo mal pensado que es mi padre –tapándose la cara con la mano derecha, se giró en dirección al chico que había aparecido junto a su mesita de noche- Y por el mismo motivo, no hables de drogas. Este hombre se lo cree todo –cerró la puerta de la habitación y se sentó frente a su visitante.
Éste, miró la habitación con sus brillantes ojos verdes, que a la chica le recordaban a los de un gato. No le gustaba que mirase la habitación con tanto detenimiento y él lo sabía. Había ido muchas veces allí y siempre hacía lo mismo solo para picar a Victoria, aunque ella nunca se quejaba.
-       ¿Qué te trae esta vez por aquí? Es raro que aparezcas estando mis padres.
-       Aburrimiento, supongo. ¿No tienes nada interesante que contarme hoy? –dijo apartándose el oscuro pelo de los ojos.
-       Nada de nada, aparte de que estoy empezando a ver visiones. A lo mejor tú eres una de ellas… No, no lo creo. Las visiones no son tan pesadas como tú, Daniel.
El misterioso visitante la miró encolerizado. No soportaba que dijesen que era una visión,  por más extrañas que fuesen sus apariciones. Sin despedirse de la escritora, saltó por la ventana y desapareció mientras ésta negaba con la cabeza. Tendría que haberse desecho de él hacía mucho tiempo, pero por algún motivo, era incapaz.

                                                                       §         
Aunque la noche anterior no había conseguido dormirse hasta más de la una, atenazada por un extraño nerviosismo, Lucía se había levantado esa mañana a las nueve. Escuchaba roncar a Raúl en la habitación de enfrente y salió despacio para no despertarle. Se sentó en la cocina junto a su madre, que bebía con desgana un vaso de café.
-       ¿Qué haces levantada tan pronto? –saludó  Mari a su hija. Bostezó justo después.
-       ¿Te molesto? –contestó la chica mientras buscaba el bote del Cola Cao. Su hermano tenía por costumbre colocarlo cada día en un sitio distinto. Hoy estaba en el frigorífico, junto a un ajo y media tortilla.
-       Que borde eres desde por la mañana temprano. ¿Me vas a ayudar a limpiar?
-       ¿Es muy necesario? Preferiría leer o bañar a Filipo.
-       Sí, y a mí me gustaría vivir en un palacio y estar casada con un millonario “buenorro”, pero… –las palabras de su madre sacan una sonrisa a Lucía. Le resulta gracioso lo directa que puede llegar a ser- Si quieres, despéjate hasta la diez y luego vas al supermercado a hacer la compra. Pero creía que tu plan del verano era quedarte aquí a ponerte blanca como un muerto.
-       No me apetece mucho… pero supongo que iré.
No tenía ganas de discutir con su madre, y de todas formas no creía que se encontrase a ninguno de sus amigos despierto a las diez de la mañana.
Estuvo viendo la unos dibujos animados bastante obscenos en la televisión hasta que llegaron las diez. Mari, muy puntual, entregó el carro de la compra, el monedero y la lista a su hija y apagó la televisión. Por fin había conseguido que Lucía saliese de casa después de varios meses en los que solo había ido a la escuela. Le pareció un momento tan importante que estuvo a punto de despertar a su hijo, pero prefería tenerlo dormido hasta tarde. Era un chiquillo demasiado nervioso.
-       No tardaré mucho, mamá –se despidió la chica.
-       Más te vale, con este calor, te va a dar una insolación si vuelves muy tarde.
Lucía salió de la casa y miró al sol. Aunque aún era temprano, éste golpeaba con fuerza su rostro. Pasó tanto rato mirándolo fijamente, que cuando despegó la vista de la estrella estaba completamente deslumbrada. Decidió confiar en la poca visión que le quedaba y continuó caminando, con tan mala suerte que no tardó ni dos segundos en chocarse con alguien.
-       Ay… disculpa, ¿te has hecho daño? –pidió perdón, sin ver demasiado aún e intentando levantarse.
-       ¡Hey, Lucía! ¡Cuánto tiempo! Quedas perdonada –le tendió la mano el chico para ayudarla a ponerse de pie.
“Oh, que mala suerte”, pensó la chica. Ella creía que no se toparía con ninguno de sus dormilones amigos a esas horas de la mañana, pero nada más salir había ido a golpearse con el catalán. Seguro que ahora la sometería a un montón de preguntas por no haber estado ayer en el rencuentro.
Sin embargo, la chica se había equivocado completamente. Las siguientes palabras de Albert tenían algo que ver con ese tema, pero no era lo que ella había esperado:
-       Ayer no pude presentarme al rencuentro, hubo un problemilla cuando acababa de llegar… ¡no veas la que se lio! Pero, cuéntame ¿qué tal lo pasasteis?
Por desgracia para la chica, su amigo comenzó a seguirla. No quería darle explicaciones, pero tampoco estaba bien ignorarle. Decidió contestar algo que no diese lugar a muchas más preguntas:
-       Yo tampoco pude ir, me dolía la cabeza.
-       Oh, que pena. Tendremos que esperar hasta que salgan los demás para enterarnos de los detalle. Los últimos en llegar hemos sido los primeros en encontrarnos. ¿Lo he expresado bien? ¡Ay, espera!
El chico se dio la vuelta y corrió a la casa de su abuela, situada justo al lado de la de Lucía. Gritó a la mujer que iba a acompañar a Lucía y corrió junto a la chica, que había seguido avanzando para intentar librarse de él.
Caminaban los dos juntos, pero ninguno decía nada. El catalán se sentía cómodo caminando lentamente por las calles de aquel pequeño pueblo, pero para Lucía era desagradable aquel silencio. Temía que el chico pudiera romperlo para hacer preguntas incómodas. Pensó en un posible tema de conversación que no diese demasiados problemas y preguntó al chico por lo ocurrido en el aeropuerto la tarde anterior.
-       Ah, aquello –rio el chico-. Llevaba una caja de petardos en el bolsillo y…
Mientras Albert narraba su contratiempo, Lucía le observaba por el rabillo del ojo. Había crecido mucho desde el año anterior y estaba bastante más guapo. Tenían la misma edad, pero el chico había tardado más que ella en alcanzar la adolescencia. Ahora, podría haber pasado perfectamente por uno de esos actores juveniles tan aclamados.
“Quizás debería salir más a la calle, esto debe ser bueno para la vista –al darse cuenta de lo que estaba pensando, sonrió interiormente-. Bah, deja de pensar tonterías, Luci” –se reprendió.
Aun así, tenía claro lo que haría ese verano. Aunque no le quisiese aceptarlo, quería conocer mejor ese verano al chiquillo tímido que pasaría allí tres meses.


 Albert

-----------Nota de Sofía-------------
¿Qué tal, gentecilla? No me ha quedado nada mal éste capítulo, me gusta bastante. Y del dibujo solo tengo que decir que tanto a Andrea como a mí se nos cae la baba. Me gustaría que alguien así viviese cerca de mi casa.
Respecto a la nota de Andrea, tengo que decir que hoy no habrá. Se ha ido a la playa y no volverá hasta el lunes, pero sé más o menos lo que quería deciros:

"Hola, gracias por leer la historia. Me he hecho una página en tuenti con una novela propia, se llama "Diario de un sitio desconcertante", echadle un vistazo"

Pobrecilla, le hace ilusión, pasaos por su página. Creo que la historia merecerá la pena, para eso está aprendiendo de la mejor (jiji)
No me enrollo más. Espero que os haya gustado el capítulo. No olvidéis comentar.