Son un grupo de amigos normales que quieren disfrutar del verano al máximo. Pero no todo será fácil para la protagonista, que tendrá que guardar su mayor secreto si quiere seguir con vida. No será un camino de rosas.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Capítulo 8- Por Alejandra



Lucía llegó a su casa a toda velocidad y, sin molestarse en saludar a su familia, se encerró en su cuarto y enterró la cara en la almohada. Nunca habría esperado que una de sus mejores amigas y su peor enemigo estuviesen, de alguna forma, relacionados. Y lo peor es que ella parecía apreciar a ese ser infame que había arruinado su vida.

Se preguntaba de qué podía conocer Victoria a Daniel y si este habría contado su secreto a la del pelo plateado. Si le había contado algo, Lucía tendría que comenzar una dura lucha contra la curiosidad de su amiga. Su vida estaría en juego.
 Después de darle y darle vueltas al asunto, Lucía acabó con un fuerte dolor de cabeza. Los efectos secundarios de la medicina fue lo único que hizo que la chica durmiese esa noche. Un extraño sueño se hizo con ella poco antes de que saliese el sol.
Soñó con el momento en el cambió su vida tan radicalmente. En ese sueño se mezclaban diferentes escenas de aquel suceso: un chico saliendo de la nada, sus amigas corriendo, ella tropezando y cayéndose al suelo, una extraña luz que se acercaba a ella, Daniel hablándole en un idioma desconocido y de pronto… algo negro saliendo de su espalda.
-      ¡¿Por quéééééééé?! –se despertó de golpe, completamente empapada en sudor.
Ni siquiera cuando aquel suceso estaba reciente había soñado con él, ¿por qué había soñado con eso ahora?

En la casa de Victoria, Daniel miraba a su amiga sin verla. Estaba concentrado en influir en la mente de Lucía. No podía dejar que la chica le contase nada a Victoria…a menos que quisiera perder al único motivo de su existencia.

§

A  la mañana siguiente, Lucía miraba de forma extraña a Victoria, que no comprendía lo que le pasaba a su amiga. El sueño reparador había hecho que confundiese los acontecimientos de la noche anterior con productos de su imaginación.
         Casi todos los del grupo estaban en la calle ese día, los mayores hablando y los pequeños corriendo con sus bicicletas. Estos últimos sufrían accidentes cada poco rato, pero no tardaban en levantarse y seguir dando vueltas, cosa que estresaba mucho a Miriam.
-      ¿Por qué no los llevamos al pueblo? En unos días va a empezar la feria, a lo mejor ya están los columpios. Me hace ilusión verlos…
-      No te hace ilusión, solo estás harta de verlos dar vueltas –contestó Victoria, que estaba muy concentrada tirando de un hilo de su camiseta.
-      Da igual por lo que sea. Vamos, que a mí sí que me hace ilusión –Albert, que ya se había puesto de pie, bailaba moviendo mucho los brazos.
Todos aceptaron y fueron encantados a ver los columpios que había en su pueblo. La ilusión hizo que recorriesen el trayecto desde los barrios periféricos al centro del pueblo en menos de diez minutos. Donde normalmente solo había unos cuantos abuelos paseando a sus perros, ahora reinaba el ambiente festivo: algunos chiringuitos colgaban sus menús en las farolas, varios hombres estaban montando una noria y otros cuantos un tiovivo. Resultó realmente difícil controlar a los pequeños entre tanto alboroto.
 Al regresar, todos fueron a sus casas a explicarles a sus familias lo que  habían visto. Los chiquillos gritaban alegremente en sus respectivas viviendas, llegando a estresar a sus parientes. Eso ocurrió con Pepe Matagatos, el abuelo de Alejandra y Manolo, que fue a buscar su pequeño coche para huir del bullicio de su hogar.
 Arrancó su coche, un Peugeot 207 plateado, y empezó a maniobrar para salir del garaje, un pequeño cobertizo de ladrillo situado en frente de su casa. Tan pendiente estaba de no rayar el coche, que no reparó en la figura vestida de rosa que corría detrás del vehículo y  la atropelló. El golpe alertó a los niños, que estaban ya en la calle, y fueron a ver lo que había ocurrido.
No tardaron en ver a la niña que estaba tendida en el suelo inconsciente, con un profundo corte en la frente, mientras su abuelo intentaba despertarla.
-      ¡Alejandra! –gritó Manolo, al ver a su hermana en ese estado- ¡¿Qué le has hecho?!
-      Deja de chillar y dile a la abuela que llame a una ambulancia, ¡corre!
Con la confusión del momento, nadie reparó en que Victoria estaba aún más pálida de lo normal. La visión de la sangre y de su amiga desmayada, hicieron que la chica perdiese el equilibrio.
Solo la aparición de Daniel, unos segundos de que se golpease contra el suelo, consiguió que no hubiese más víctimas esa mañana. Sujetó a su amiga y la arrastró sigilosamente hasta apoyarla en una pared. Lucía fue la única que vio al misterioso chico pero, aunque solo fue por unos segundos, ella tenía claro que no había sido una alucinación.

§

Mientras tanto, cerca de allí, Lydia maldecía y lanzaba bolas de papel contra la puerta de su cuarto. ¿Por qué tenía Manolo que ser tan impulsivo? Seguro que, mientras ella se aburría mortalmente, sus amigos estaban haciendo algo interesante. Poco después, se dio cuenta de que estaba muy equivocada.

Habían trasladado a Alejandra al hospital para coser la herida y hacerle unas pruebas de nombres extrañísimos, así que los mayores del grupo decidieron visitar a Lydia para ponerla al día de lo ocurrido a lo largo de la mañana. Seguro que se habría quedado en su casa viendo alguna serie rara de Disney Chanel.
Por el camino, Lucía se preguntaba si Victoria recordaría algo de lo acontecido la noche anterior. ¿Daniel le habría contado algo? No dejaba de repetirse las mismas preguntas. Cuando llegaron a casa de Lydia, Miriam y Albert subieron las escaleras para llamar al timbre (para gran alegría de la mayor), y Lucía tuvo su oportunidad de formular las preguntas que tanto rondaban por su mente.
-      Vicky… ¿te acuerdas de lo que pasó ayer?
-      ¿Qué paso ayer? ¡Cuenta, cuenta!
Lucía no podía creer la suerte que había tenido. Decidió que lo mejor era no refrescar la mente de su amiga, aún le quedaba una pregunta que hacer.
-      Nada, nada, tonterías. Por cierto, ¿quién era ese chico que te ha cogido cuando te has mareado al ver la sangre de Alejandra?
-      ¿Qué chico? –Victoria se hizo la tonta.
-      Ese chico alto y de pelo castaño que luego desapareció.
-     
Lucía no quiso hacer mas preguntas,  pero aquel silencio fue su respuesta. Victoria conocía a Daniel, eso estaba claro. Solo le faltaba enterarse de si la chica estaba al corriente de su secreto.

Un silbido interrumpió el incómodo silencio que se había producido entre las dos chicas. Miriam las llamó desde lo alto de las escaleras y les dijo que Lydia las había invitado a entrar a la casa. Unos minutos después estaban todos reunidos en el cuarto de su anfitriona, una pequeña habitación de paredes blancas cuya ventana daba a la calle,  intentando explicarle lo ocurrido con su “cuñada”, pero ella no parecía estar prestándoles atención. De vez en cuando, interrumpía la conversación para hacer preguntas sobre su novio que no tenían nada que ver con el tema.
Acabaron todos tan hartos que decidieron irse y dejar sola a la chica. No estaba pasando por un buen momento y tampoco se dejaba ayudar, así que no pintaban nada allí. Ya lo intentarían otro día.
Estaban quitando los múltiples cerrojos de la puerta cuando alguien llamó con tres golpes suaves. En menos de cinco segundos, Lydia había atravesado la casa y quitado dos cerrojos. Nadie se explicaba a qué venía ese ataque de nervios hasta que se abrió la puerta y apareció Manolo.
¿Cómo había sabido la chica que era Manolo? Nadie llegó a saberlo nunca, quizás tuviese un olfato canino, pero el caso es que el humor de la chica cambió radicalmente. Empezó a saltar y a darnos abrazos a todos, como si llevase años sin vernos. Aun así, no conseguimos que escuchase la historia de Alejandra, y decidimos dejar el trabajo en las manos de su chico. Victoria propuso irse para dejarlos a solas y allí los dejaron, sin que se dieran cuenta del peligro que corrían quedándose a solas en territorio enemigo.

§

Cada uno se fue para su casa tras hacer prometer a Manolo que los llamaría en cuanto tuviese noticias de su hermana.
Antes de separarse, Albert cogió la mano de Lucía y miró a la chica directamente a los ojos. Tras unos segundos en esa posición, suspiró y dijo:
-      Ten muchísimo cuidado con los coches. Si te pasa algo, yo… -agachó la cabeza y dejó la frase sin terminar.
Por respuesta, recibió un fuerte abrazo de Lucía, que le prometió que tendría cuidado. Se despidieron bajo la atenta mirada de Miriam que, escondida detrás de un coche, maldecía a Lucía sin saber muy bien por qué.

Todo lo que ocurriría durante el resto del verano se vería  afectado por Alejandra. Nadie habría imaginado que la chica más tímida del grupo llegaría a influir tanto en sus vidas.

-----------Nota de Andrea--------------
 “Hola chicos espero que visitesis mucho nuestro blog y que hagáis propaganda entre vuestros amigos o solo se lo digáis a los que le gusta la lectura y lo recomendeis.(: Bueno solo os digo que en este capitulo hay cosas misteriosas y muchas preguntas por resolver no lo dejéis de leer y sabréis las repuestas de esas preguntas ;) Un besito”

------------Nota de Sofía--------------
¡No me matéis! Si, el capítulo es corto. Sí, lo he subido con retraso. Sí, tiene errores a puñados (creo). Pero, cuando me lo pasó Andrea, no había por donde cogerlo. Era demasiado corto y tenía muchas faltas de ortografía, y he acabado tan harta de él que no me he puesto ni a repasarlo.
Espero que nos disculpéis.

En la sección "personajes" tenéis una nueva foto de Alejandra. 

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