Son un grupo de amigos normales que quieren disfrutar del verano al máximo. Pero no todo será fácil para la protagonista, que tendrá que guardar su mayor secreto si quiere seguir con vida. No será un camino de rosas.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Capítulo 9: Tus cartas



-       ¡Azules!
Victoria se despertó muy sobresaltada. Poco después de comerse una ensalada que ella misma había preparado con la lechuga que una vecina le había regalado, se había echado en la cama y se había quedado profundamente dormida.
-       ¿Qué dices de azules? Seguro que estabas soñando algo raro… -Daniel la miraba curioso desde su posición en el suelo. Estaba ojeando un libro de antiguas leyendas.
-       ¿Raro? Depende ¿Tú crees que los bacalaos tienen los ojos azules?
-       Nunca me había parado a pensarlo, pero no creo que sean azules. Mientras dormías ha estado sonando el teléfono, pero no he querido cogerlo por si era tu padre. Me da mucho miedo ese viejo.
La chica no se molestó en contestar y fue al salón para comprobar quién había llamado.  Cogió el teléfono inalámbrico y se quedó mirándolo fijamente. Era una negada para el manejo de las máquinas, al menos para las máquinas sencillas. Podía manejar perfectamente todas las aplicaciones de su Android, pero no tenía ni idea de cómo mirar el historial de llamadas de un teléfono fijo.
-       Anda, dame, pedazo de torpe –Daniel le arrebató el artilugio y, tras darle un par de veces a un botón, encontró la llamada y pasó el teléfono a la chica- ¿Te suena de algo ese número?
-       De nada, pero tiene que ser una persona muy rara para llamar de un móvil a un fijo.
-       A lo mejor esa persona no es tan tacaña como tú. ¿No será alguno de tus amigos?
-       No lo sé, pero si tiene tanto interés en hablar conmigo que llame otra vez. Yo no voy a gastar mi dinero en…
Antes de que Victoria terminase de hablar, el teléfono volvió a sonar. En la pequeña pantalla se iluminó el número misterioso, pero la chica no descolgó y la llamada se cortó. Hubo unos instantes de silencio en los que los dos amigos miraban fijamente al teléfono sin pronunciar una sola palabra. Pasaron unos segundos hasta que el silencio se vio interrumpido de nuevo por el sonido del teléfono.
-       ¿Quién puede ser? Es muy insistente…
-       ¿Te da miedo?
-       Un poco. Nunca llama nadie al fijo, y si llaman son los números esos  cortos de propaganda o la abuela.
La llamada volvió a cortarse y, al igual que antes, continuó pocos segundos después. Entre maldiciones, Daniel cogió el teléfono y descolgó, cansado de aquel monótono sonido. Saludó fingiendo una voz grave y, poco después sonrió.
Devolvió el teléfono a su amiga, que lo miraba con gesto interrogante desde el sofá e hizo la forma de un corazón con las manos. Después cogió un pañuelo y fingió que se secaba las babas. Victoria no entendió nada, pero aceptó el teléfono entre risas.
-       ¿Hola?
-       ¡¡Victoria!! ¡¡Ayúdame, que no puedo más!!
-       ¿Quién eres y qué narices te pasa?
-       Buaaaa… De menos… Sufre… Llorando esta mañana…
-       ¡Deja de llorar de una maldita vez, que no se te entiende! –
La poca paciencia de la del pelo plateado salió a relucir ante la dificultad de la persona que estaba al otro lado del teléfono para articular las palabras. Se oyó un fuerte sollozo y, al fin, el misterioso llamante se identificó como es debido:
-       Soy Manolo, Victoria… Lo estoy pasando muy mal, ayúdame.
-       ¡No me digas que se ha muerto Alejandra! Ay… -sintió como se mareaba.
-       No, no es eso, ella ya está bien. La tienen en observación y le han cosido la herida, ahora el problema no es ese.  Ahora el problema es… ¡es Lydia! –comenzó a llorar otra vez y la chica hizo como que lanzaba el teléfono contra la pared, haciendo que Daniel volviese a estallar en carcajadas- Está castigada, no la dejan acercarse a mí… ¿Qué puedo hacer ahora? Mi vida no tiene sentido.
-       Suicídate.
-       Dame su número de teléfono, necesito hablar con ella.
-       Si os pillan sus padres te van a matar, así que será más rápido que te suicides –insistió Victoria-. También puedes mandarle cartitas románticas, pero eso es…
-       ¡¡Gran idea!! Eres la mejor, Vict… ¡No!, la segunda mejor.
Manolo Matagatos colgó el teléfono sin dejar que su amiga terminase de hablar. Mientras colgaba el teléfono explicó a Daniel la conversación. A ambos les picaba la curiosidad ¿Qué escribiría el chico en las cartas? Y, aún más preocupante… ¿Cómo se las haría llegar a Lydia?
§
            No, no, aquello era misión imposible.
            Totalmente fuera de sí, Miriam lanzó su cuaderno de Biología contra la pared. ¿Cómo se suponía que iba a estudiar para las recuperaciones de septiembre con la imagen de Albert metida en su cabeza? Era incapaz de concentrarse en las células, en su mente solo había imágenes del catalán. El catalán en la piscina, el catalán conduciendo su bicicleta, el catalán riendo, el catalán con Lucía… ¡Esa zorra!
-       Ay, Miriam, intenta concentrarte. Papá nos va a dejar sin Internet si no consigues recuperar Biología –Claudia, sentada en su cama,  miraba preocupada a su hermana.
-       Me voy un rato a la casa de Lydia. Si necesitas algo, ve a la casa de la abuela o a la de Lu… a la de Victoria. No me llames.
Así, sin molestarse en recoger las cosas del escritorio ni en dar explicaciones a su hermana, Miriam salió de su casa y cerró con llave. Lo de ir a visitar a Lydia había sido una idea repentina que la había asaltado al hablar con Claudia (como la gran mayoría de grandes ideas que se le ocurrían).
La chica, a pesar de ser dos años menos que ella, era una de sus mejores amigas de su grupo de los veranos. Iban al mismo instituto y se veían todos los días, por lo que tenían mucha confianza. Tal vez, solo tal vez, si confesaba a Lydia el motivo de su preocupación se liberaría un poco y podría estudiar en paz.
§
Tardó menos de cinco minutos en llegar a casa de su amiga. Sabía que ese día no estaban ni Víctor ni sus padres, así que podrían hablar en paz. O eso creía, porque cuando Lydia abrió la puerta estaba que se subía por las paredes. La agarró por un brazo y tiró de ella hasta meterla en la casa.
-       Miriam, ¡tienes que ayudarme!
-       ¿Qué pasa? –la chica estaba preocupada por el nerviosismo de su amiga.
-       ¡Mira esto! –la arrastró hasta la terraza, desde donde se veía el patio, y señaló una zona cercana al portón.
El suelo estaba cubierto de papeles de todos los colores, desde folios blancos hasta panfletos de propaganda. Todos ellos contenían el mismo mensaje: una carta de amor de Manolo.
Miriam comprendió el problema al instante. Tenían que deshacerse de todo aquello antes de que volviesen los padres de Lydia o tanto ella como su chico se verían metidos en un lío.
Al parecer, Matagatos se había entretenido en hacer más de ciento cincuenta fotocopias de su carta y meterlas todas por debajo del portón de su amada. Tardaron cerca de una hora en recogerlas todas, reunirlas y encontrar un lugar apartado para quemarlas. Después de tanta actividad, Miriam había olvidado el motivo de su visita y se fue sin haber conseguido desahogar sus penas.
La única prueba que quedó de toda la actividad de aquella tarde fue un folio blanco sobre el escritorio de Lydia en el que se podía leer lo siguiente:
Una tarde de verano
Mientras los niños jugaban
Yo pensaba en tu belleza
Que cada día me deslumbraba.

Tu pelo castaño oscuro
Que con el viento volaba
Y tus ojos como diamantes
Me dejaron sin palabras.

Cada día pensaba en ti
Y más y más me enamoraba
Tus labios color de fresa
Mi cabeza hipnotizaban.

Yo no puedo estar sin verte
Pues los días no se acaban
Las horas se hacen eternas
Nunca llega la mañana.
Una noche mirando al cielo
Una estrella vi pasar
Y le pedí un deseo
Contigo siempre estar.

Tú eres la flor más bella
Que en mi vida pude ver
Mi amor por ti será eterno
Siempre te voy a querer.


--------------Nota de Sofía-----------------
¡Buenas! Me encanta el poco sentido que tiene el principio del capítulo, me moría de risa escribiéndolo. Es lo que tiene escribir las cosas recién levantada.
No tengo mucho que decir, solo dar las gracias a... ¿se enfadará si pongo su nombre? Da igual. Gracias a Manuel Morante, que nos ha escrito ese poema tan empalagoso de ahí arriba.
¡Espero que os haya gustado el capítulo y nos dejéis algún comentario ^^


Como suele ocurrir en los capítulos que escribo yo, no he conseguido ponerme en contacto con Andrea. Lo siento.

4 comentarios:

  1. gracias por decir mi nombre te dije q no lo hicieras pero bueno, espero q os haya gustado mi poesia

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    1. Y si creen que yo he escrito algo tan cursi? Moriría mi reputación de tía borde e insoportable.

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  2. oye ya se acabdo el libro porque hace un mes ue no publicais

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    1. Un mes? Perdón, hemos tenido problemillas, pero volveremos hoy mismo ;_;

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