Los chicos, muy ilusionados
después de aquella velada, decidieron hacer un pequeño viaje en bicicleta para
recorrer los campos y pueblos de la zona. Tendrían que salir muy temprano para
no pasar demasiado calor, pero era un sacrificio que merecía la pena. El año
anterior ya habían hecho varias excursiones de ese tipo y siempre disfrutaron
mucho de ellas. Contentos con su idea, volvieron a sus respectivas casas.
§
Manolo volvió a acompañar a
Lydia a su hogar. Su hermano Víctor, que iba delante, quería llegar cuanto
antes para no verlos juntos. Prefería evitar escenas “desagradables”. Ellos no
sabían nada, pero el niño había presenciado lo ocurrido la noche anterior
escondido entre las cortinas de la ventana del salón. Tuvo que contener la risa
cuando su “futuro cuñado” recibió la patada de Lydia.
De todas formas, por si la
chica esta vez no se defendía y Matagatos volvía a hacer algo indecente, iba
varios metros por delante para no verlo.
Al final, su previsión fue
útil. Esta vez Lydia no se resistió.
§
Por otro lado Albert, Raúl y
Lucía fueron a sus casas los tres
juntos. Los mayores se sentían molestos
por la presencia del chiquillo, que los miraba con mala cara cada vez que se
acercaban a más de medio metro. Por suerte, Raúl entró a ducharse y les dejó un
rato de intimidad. Mientras esperaban a que el niño terminase, los dos
tortolitos se sentaron en la puerta de la abuela del catalán. Hablaban en voz
baja, para que nadie los escuchase.
- Hey, Lucía...-llamó el
chico la atención de su amiga. Cuando esta le miró, se puso rojo y bajó la
vista- ¿Q-qué tal b-bailo?
- Bailas bien, solo me has
pisado un par de veces –rio ella, intentando que Albert se relajara.
-Oh… -dice el catalán, que
se había sonrojado- P-pues a mí… a mí… -cogió aire, parecía costarle mucho
terminar la oración- ¡me hacia mucha ilusión bailar contigo! –aunque alzó la
voz, era incapaz de mirar a Lucía a los ojos.
La chica se rio de la
timidez de Albert. “Está tan mono sentado en el suelo, rojo como un tomate…”
pensó.
- ¡Qué bien! Era lo mismo
que yo quería, ayer me porté muy mal contigo y sentía que te tenía que
compensar.
- Ah, ¿sí? Creía que te
estaba presionando, me alegro de no haberte molestado.
- ¡Pues claro! ¿Quién no
querría bailar contigo? Además, me siento tranquila cuando estoy a tu lado.
Albert estaba completamente
colorado. Se sentía inmensamente feliz después de las declaraciones de la
chica, pero por más que lo intentaba no podía mirarla a la cara. No quería
perder el control como la noche anterior, cuando estuvo a punto de estropear su
relación con la que, durante varios años, había sido en secreto una de las
mujeres más importantes de su vida.
De pronto, el silencio de la
noche se vio interrumpido por el grito de Mari, la madre de la chica:
- ¡Lucía! ¡Vamos, que tu
hermano ya ha terminado de ducharse!
Se puso de pie, triste por
tener que despedirse del chico. Aunque estaban justo al lado, estaba segura de
que le echaría de menos.
- Bueno, Albert, me tengo
que ir –hizo de tripas corazón y se
despidió dándole un pequeño beso en la mejilla.
- Hasta mañana –murmuró el
chico con voz temblorosa a causa de la emoción.
Durante toda la noche,
Albert soñó con ese pequeño beso que le dio la chica de sus sueños. No durmió
demasiado, quería aprovechar aquel momento de extrema felicidad.
§
Poco después de terminar de
bailar, Victoria se quedó profundamente dormida con una sonrisa en el rostro.
Desde el alféizar de la ventana, Daniel la miraba con gesto tierno. Le gustaba
verla tan feliz y, además, le había hecho mucha gracia ver cuál era su fondo de
pantalla en el móvil.
En la imagen salía él cuando
le regaló un ramo de violetas por San Valentín. La chica se había enfadado
mucho ese día, porque no sabía dónde esconder el ramo para que su padre no lo
viera. Al final fueron juntos a tirarlo al río.
Lo que el chico no sabía era
que Victoria había hecho una fotografía. Normalmente la chica no solía mostrar
su lado romántico, pero cuando lo hacía, Daniel no podía evitar sentir un gran
afecto hacia ella.
§
Cuando llegaron las ocho de
la mañana, todos se levantaron y empezaron a preparar las cosas para su pequeña
excursión, que empezaría a las ocho y media.
El que más emocionado estaba
era Albert, que tenía muchas ganas de volver a ver a Lucía después de aquel
beso. Había dormido poco, pero se sentía cargado de energía. Desde luego,
aquella chica tenía algo especial que hacía que perdiese la cabeza. Tanto rato
llevaba despierto sin saber qué hacer, que fue el único que se acordó de
Victoria. Nadie le había dicho nada la noche anterior, porque se fue antes de
que hiciesen los planes. Corrió a llamarla media hora antes, agradeciendo el haber madrugado.
Llegó a la casa de la chica a toda velocidad y llamó a la puerta. Si estaba
dormida, que era lo más probable, aparecería hecha una furia.
Unos minutos después
comprobó que sus suposiciones eran acertadas. Victoria abrió la puerta con su
pelo plateado totalmente revuelto y utilizando como pijama una camiseta grande
de publicidad de alguna bebida. El chico se sonrojó al verla así.
- Catalán,
¿me quieres explicar que coño haces aquí a estas horas? –rugió, sin reparar en
lo incómodo que se sentía el chico.
- Yo…
este… Es que anoche organizamos una excursión con las bicis y se nos olvidó
decírtelo. Tienes media hora para prepararte si quieres venir.
- Joder,
casi os podríais haber olvidado también ahora. Anda, pasa –dejó entrar al chico
y, sin cerrar la puerta exterior, cruzó el patio y entró a la casa.
El catalán se sintió
aliviado al ver que, aunque la camiseta los tapaba, su amiga llevaba unos
pantalones cortos debajo de la camiseta. Mientras ella se cambiaba, dejó al
chico en el comedor viendo la televisión.
Supuso que los padres de
Victoria no estaban, si no, no le habría dejado entrar con tanta facilidad en
la casa. La mujer era una persona normal y muy calmada, pero su esposo… No
soportaba ver a su hija cerca de un chico, decía que era muy joven para “eso”.
Ella no entendía qué significaba “eso”, pues siempre que tenía cerca a algún
hombre ajeno a la familia era por amistad, no por los motivos que pasaban por
la mente de su progenitor.
- Hala,
a tomar por saco –Victoria, con su mal humor mañanero, volvió al comedor y
lanzó su mochila sobre la mesa-. No pienso ir tirando nunca jamás de chicles
por si os dan mareos, que luego os los coméis estando perfectamente. ¿Quieres
galletas?
No esperó a que el chico
contestase. Se comió dos de un golpe y bebió un zumo de melocotón rápidamente.
- Oye,
Victoria, no es por meterme contigo, pero el azul marino y el negro no pegan
–Albert señaló los pantalones de su amiga.
- ¿Y a
mí qué me cuentas?
- Se
supone que a las chicas os gustan los modelitos y las combinaciones…
- Machista
–tira el cartón vacío del zumo a la
cabeza del catalán-. Vámonos, que ya nos estarán esperando los adultos. Nunca
entenderé por qué hay que ir tirando de ellos, pero qué se le va a hacer…
Al salir de la casa cerraron
la puerta con llave. Albert se alegró al ver que, en el lugar donde habían
quedado, aún no estaba Lucía. No sabía si la chica se enfadaría con él al verle
salir de la casa de Victoria.
§
A las ocho y veinticinco ya estaban todos en
la puerta de Ulpiano, el abuelo de Miriam y Claudia. Este año también habían
permitido ir a los hermanos Matagatos, así que eran más que nunca: Albert,
Lucía, Manolo, Lydia, Alejandra, Claudia, Víctor, Raúl, Miriam y Victoria,
además de los adultos; Ulpiano, Pili (una amiga de los padres de Lydia que
vivía allí), Octavio (un amigo de Ulpiano que venía de vez en cuando a visitar a
su hija al pueblo) y Francis (un vecino que solo aparecía por allí en verano).
No tardaron en iniciar su viaje.
Los primeros que iban de aquel
gran grupo eran Ulpiano, Víctor y Raúl, cuya velocidad era excesiva para el
resto de ciclistas. Los segundos eran Victoria, Miriam, Alejandra y Claudia, seguidos de Lydia y Manolo que iban bastante
despacio conversando entre ellos, los penúltimos eran Albert y Lucía y, por último,
Octavio, Pili y Francis.
La gente que los veía pasar
aplaudía y decía que era muy gracioso ver a tantos niños en bicicleta. Un
señor, incluso, dijo que parecían una guardería ambulante. Esto molestó a
Claudia, que se puso a gritarle y estuvo apunto de atropellar a una anciana.
Intentando esquivarla, se cayó de la bicicleta y se hirió las dos rodillas.
Ver toda la sangre que
empezaba a empapar los pantalones de la niña hizo que Lydia se desmayase y que
la vieja empezase a gritar como una histérica. Hubo suerte de que Manolo no se
despegase nunca de la primera y pudiese cogerla antes de golpearse contra el
suelo.
Tardaron un poco en
conseguir que la mujer calmase y llamase a alguien para que llevase a la niña
hasta su casa. Desde luego, no podría continuar con el viaje en ese estado.
Un amable vecino apareció
con una furgoneta marrón y cargó a la niña, al abuelo y sus respectivas
bicicletas. Mientras, los demás esperaron a que Lydia recuperase la conciencia
maldiciendo a la anciana despistada, que se había encerrado en su casa y no
había vuelto a salir.
- Esto
es alucinante –reía Victoria sarcásticamente-. Nos tira a Claudia al suelo,
hace que Lydia se desmalle, se esconde y no nos ofrece ni un poco de agua. Como
le pase algo a alguna de las dos os juro que vengo y le escribo en la puerta
“hija de…
- Hey,
Vicky, cálmate –la interrumpe Lucía, echando un brazo por los hombros de su
amiga- Ya verás como no tarda mucho en despertarse, es que es una debilucha.
- ¿Puedo
venir a rayar puertas contigo? –Raúl también estaba muy enfadado.
- ¡Hey,
venid! ¡Que ya se despierta! –grita Manolo, que tenía a la desmayada apoyada en
su regazo.
Cuando Lydia despertó se encontró
en el suelo con un montón de niños
mirándola. No recordaba lo que había ocurrido, pero ahí estaba Manolo que le
infundió tranquilidad con su presencia. La chica, empezando a recordar,
preguntó por Claudia. Alejandra le explicó que se la habían llevado en una
furgoneta.
- ¿Te
sientes capaz de seguir? –Francis la ayudó a levantarse.
- Creo
que sí, solo ha sido el susto.
- De
todas formas, iré contigo al fondo más despacio, ¿vale? –Manolo le acarició el
pelo y subió a su bicicleta.
Poco después habían llegado
todos a casa. No recorrieron tantos kilómetros como estaba previsto, pues había
que tener cuidado de que Lydia no se esforzase más de lo necesario.
Para combatir el calor que tenían,
Lydia invito a todos los niños a su
piscin. Eran muchos, pero cabían perfectamente y se lo pasaron muy bien.
Lydia, Miriam y Lucía estaban haciendo un baile un poco
loco, nadie diría que hacía media una hora que la primera había sufrido un
desmayo. Albert y Manolo jugaban al voleibol en el agua riéndose cuando alguno
de los dos perdía un punto. Raúl y Víctor no paraban de tirarse al agua
salpicando a todos y ganándose los insultos de las mayores, que juraban que no
volverían a llevarlos a ninguna parte. Mientras, Victoria buceaba esquivando a
todos los que estaban metidos. Sin que
se dieran cuenta llegó la hora de comer y los grandes se salieron de las
piscina. Lydia sacó unas Coca-Colas y
patatas fritas y estuvieron un rato charlando sobre todo lo que les había pasado en esta
pequeña excursión. En el agua, con una mucha energía, no paraban de tirase
Víctor, Raúl, que al final consiguieron que sus respectivas hermanas los
sacaran a rastras. A la una del mediodía se fueron a sus casas y la piscina quedó
muy tranquila. En el agua aún se notaba la agitación producida por el alegre
grupo de niños.
§
A las 9 ya estaban todos en la calle. Aquella
noche los pequeños estuvieron bailando y jugando mientras los más mayores
conversaban sentados en el suelo.
- Lydia,
Manolo… ya va siendo hora de que nos confeséis lo que os traéis entre manos
–les dice el catalán sonriendo.
- ¿Nosotros?
–contestan los dos a la vez
- Huy,
miradlos, están sincronizados… que bonito es el amor –Lucía hace la forma de un
corazón con sus manos.
- ¿Y
Albert y tú, qué? Se os ve muy juntitos… Venga, venga, ¡que empiece Sálvame Deluxe! Aquí está Karmele…
-Victoria, muerta de risa, señala a Miriam.
- ¿Me
estás comparando con esa? ¡Un respeto a tus mayores, Vicky!
- Oye,
que tú eres la primera que me llama vieja.
- Es
que ese tinte no te pega, me gustaba más cuando lo tenías negro.
- Que
no es un tinte, pesada. Os he dicho millones de veces que es natural.
- Sí,
con quince años y esos pelos… Victoria, no cuela –Manolo hizo como que caminaba
con un bastón y la chica le sacó la lengua.
- ¡Pues
yo creo que te queda muy bien, estás muy guapa! –se escuchó a Raúl de fondo.
Victoria se llevó las manos a la cabeza y todos se echaron a reír.
Serían las once más o menos cuando Raúl y
Víctor desaparecieron. Pasado un rato, Victoria empezó a gritar diciendo que le
estaba cayendo agua, pero los demás la ignoraron hasta que vieron su pelo
plateado completamente empapado y empezó a caerles agua a ellos también.
Raúl y Víctor estaban con
unas pistolitas de agua mojando a todos sus amigos, aunque el hermano de Lucía
se disculpaba cada vez que mojaban a Victoria. Todos empezaron a correr y
gritar. Cuando se quisieron dar cuenta, estaban chorreando de agua.
Cada uno se refugió en su
casa, Lucía entró junto a Victoria en el patio de la del pelo plateado.
- Vale,
vamos a evaluar los daños… -empezó a hablar la del pelo rizado cuando estaban
ya a salvo.
- Venga,
empiezo yo, que lo que voy a decir seguro que es más importante. Tienes todos
los pantalones blancos llenos de barro de cuando caíste de culo en aquel
charco, estás manchando el suelo.
Lucía miró su ropa, que
estaba completamente hecha un asco. Con lo que le gustaba a ella aquel
pantalón… Empezó a ponerse realmente nerviosa y notaba un fuerte dolor de
espalda. Pidió con voz débil a su amiga que se girase, no debía verla en ese
estado si quería conservar su vida.
- ¿Qué
te pasa? ¿Estás bien?
De repente, Lucía gritó
desesperadamente. Algo cayó encima de Victoria, tirándola al suelo e
impidiéndole ver lo que ocurría a su amiga.
- ¿Ves
por qué te dije que no te juntaras con ella? Eres demasiado curiosa, podría
haber muerto por tu culpa.
-----------Nota de Andrea-------------------
Hola, soy Andrea. Este capítulo a parte de ser romántico tiene escenas de caídas y cosas raras. Estoy muy orgullosa de que nuestra historia guste cada vez a más personas ^^
----------Nota de Sofía-----------------------
¿Cómo va la vida, gentecilla? Aquí os traemos el capítulo 6. ¿Que a qué se refiere Andrea en su nota con "cosas raras"? No tengo ni idea *-*
No sé qué decir sobre este capítulo, tengo unos gustos muy extraños. ¿Es una mierda o el mejor del mundo? Dejad vuestra opinión en un comentario, porque de verdad que yo no me aclaro.
------------Nota en conjunto---------------
Os hemos dejado una nota en el margen derecho. A Andrea le hacía ilusión hacer esa pregunta. ¡No olvidéis votar!
Me encanta el capítulo; creo que es fantástico enserio... Y habéis cortado en un punto dejandole intriga... :$
ResponderEliminarMe gusta mogollón enserio (=
Ay, menos mal, me preocupaba mucho el resultado de este capítulo,.no sabia si eran demasiados acontecimientos ^^
EliminarMe alegro de q te haya gustado
Ay, menos mal, me preocupaba mucho el resultado de este capítulo,.no sabia si eran demasiados acontecimientos ^^
EliminarMe alegro de q te haya gustado
Ay, menos mal, me preocupaba mucho el resultado de este capítulo,.no sabia si eran demasiados acontecimientos ^^
EliminarMe alegro de q te haya gustado
esta muy biennn espero el siguiente!!!
ResponderEliminarNo tardaremos en subirlo, queremos acabar antes de que empiece el curso :)
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