Victoria daba vueltas en el
sofá mordiéndose las uñas. Aún quedaba un cuarto de hora para el rencuentro,
pero ella estaba realmente nerviosa. No paraba de murmurar para si misma, cosa
que ponía muy nerviosa a su madre, que la miraba fastidiada. Había intentado
que se calmase, incluso preparó una tila para ella, pero la chica estaba muy
ilusionada.
Era mejor dejarla como cosa
perdida, su hija era demasiado obstinada. La única solución era esperar a que
llegasen las ocho y que volviese a encontrarse con sus amigos. Esperaba que
todos aquellos planes que los niños habían hecho a través de las redes sociales
no se cancelasen.
§
A unos metros de allí, Miriam y Claudia
estaban en casa de su abuela haciendo
una guerra de cojines. Ninguna de las dos podía estarse quieta, ni siquiera la
mayor, cuya aparente tranquilidad era una máscara para que su hermana no se
riese de ella. Tenía por costumbre no mostrar sus emociones, pero esta vez eran
demasiado fuertes para ocultarlas.
Claudia conocía
perfectamente a su hermana mayor. Después comentaría los nervios de Miriam con
la loca de Victoria y se reirían juntas. En eso era bastante parecida a su
amiga: adoraban meterse con los demás hasta que estos se picaban.
Las hermanas miran el reloj
a la vez. Ya solo quedan cinco minutos. Sus corazones laten emocionados al son
de las agujas.
§
En otra casa de la misma
calle estaban los hermanos Matagatos. Mientras el mayor, Manolo, miraba al
techo preocupado por el rencuentro con el amor de su vida, Alexandra no paraba
de ir de un lado a otro. Sus padres y abuelos habían acabado aún más nerviosos
que ella de tanto verla dar vueltas por la casa.
Pero allí, sin duda alguna,
el que peor se sentía era el chico ¿Qué haría cuando volviese a ver a Lydia?
Esperaba que la chica no se hubiese dado cuenta de que, cada día del año que
había transcurrido desde que se vieron por última vez, había visitado su perfil
de tuenti para admirar las fotografía en las que aparecía la chica.
§
Mientras tanto, el avión del
catalán había llegado a su destino. El chico estaba muy ilusionado con la idea
de llegar y ver a su “yaya”. La buscaba
con la vista mientras tocaba nervioso la cajita de sus petardos. Entonces,
aquel familiar grito sonó cerca de él:
- ¡Albert!
- ¡Yaya!
Corrió hacia ella, tan emocionado que no
reparó en que la caja de los petardos salía de su bolsillo y caía al suelo
repartiendo su contenido por el suelo del aeropuerto.
Cuando su abuela le advirtió
del “desastre”, ya era demasiado tarde para ponerse a recogerlo. Arrastrados
por las maletas de los viajeros, la gran mayoría habían desaparecido.
§
En una casa cercana a la
calle donde sería el rencuentro estaba
Lucía. Llevaba tiempo sin salir a la
calle en sus ratos libres. El único compañero que tenía era su gato Filipo.
Su hermano, al contrario,
estaba demasiado contento. Parecía haber absorbido la energía de la chica. No
dejaba de dar vueltas por el patio, imaginando qué diría a sus amigos cuando
volviese a verlos.
Lucía, mucho más desanimada,
estaba tumbada en la cama escuchando música y acariciando a su mascota, sin
darse cuenta de que el gato estaba llenando su pantalón de pelos grises.
Su madre intentaba motivarla
para que saliese, ya que todos los demás estaban ansiosos por verse unos a los
otros, pero ella pasaba del tema. Decía que estaba muy a gusto en su mundo.
Como sus amigas decían el verano anterior estaba en una burbuja, donde solo
había espacio para ella, su mascota y su música.
Desde el incidente del
último otoño, había estado más encerrada en su burbuja que nunca.
§
A unos metros de allí estaban Lydia y Víctor. Lydia estaba ansiosa,
quería ser la primera en estar allí. Llevaba tiempo sin ver a sus amigos y,
además, su hermano no dejaba de hablarle del mayor de los hermanos Matagatos. Había
conseguido que la chica se pusiese colorada, y cada vez le costa más ocultar el
rubor de sus mejillas a Víctor.
El chico no podía estarse quieto. Llevaba tiempo sin jugar al fútbol con sus
amigos e intentaba descargar su nerviosismo chinchando a su hermana. Sabía que
con ese tema siempre se picaba y le hacía mucha gracia.
§
Llegó el momento de la
verdad. Todos miraban sus relojes, que lentamente movían sus agujas: tic, tac,
tic, tac. Cada vez se desesperaban más.
El tiempo parecía avanzar especialmente despacio. Poco a poco, la aguja grande llego al
doce. Todos abrieron las puertas
corrieron al punto de encuentro, enfrente de la casa de Victoria.
Estaban todos iguales que la última vez que se
vieron, no habían cambiado nada, al menos psicológicamente. Hubo abrazos,
besos, palmadas en la espalda, gritos... la euforia hacía que no pudiesen estar
quietos. Cuando se tranquilizaron un
poco e hicieron un corro para contarse qué tal les habían ido las cosas, Lydia
intentó disculparse con Manolo, que estaba un poco apartado, por su
comportamiento del verano anterior. Miró al chico, pero este no levantaba la
cabeza. Le daba demasiada vergüenza.
- ¡Hola!
¿Cómo te ha ido el año? –preguntó ella tímidamente.
No hubo respuesta por parte
del chico.
- ¿No
vas a hablarme?
Tampoco esta vez contestó.
Lydia se retiró abatida y se acercó a los demás.
Victoria miró a sus amigos y
reparó en que faltaba alguien, pero no sabía quién podía ser. Y cuando se dio
cuenta, preguntó por Lucía. Tal y como
ocurría siempre, nadie le hizo caso. Miró al cielo, preguntándose por qué la
gente la ignoraba y vio algo gris pasar muy rápido.
- Que
extraño, pensaba que durante e día no se veían estrellas fugaces… y menos tan
grandes. Serán imaginaciones mías –murmuró para si misma.
Dirigió la vista hacia su
derecha, sorprendida de lo que había visto. Siempre se había considerado un
poco loca, pero tanto como para tener visiones… Y ahí la vio, Lucía. Estaba en una
esquina, completamente sola, pero un
difuminada por la penumbra, no la podía ver bien. Apartó la vista para decírselo a los demás y cuando
miró otra vez no había nadie. Volvió a mirar hacia el cielo, preocupada por sus
alucinaciones, y volvió a ver esa luz grisácea y brillante. Definitivamente,
tenía que dormir más.
Cuando se fueron todos, ya
pasada la media noche, Victoria se miró en el espejo y se formuló las preguntas
que llevaban toda la noche rondando su mente: ¿qué le pasaba a Lucía? Raúl dijo
que no había salido en toda la tarde de su cuarto. Y, algo aún más preocupante, ¿qué podían
haber sido aquella luz y aquella figura que vio en la esquina?
------------Nota de Sofía-----------
¡Buenas! ¿Qué os ha parecido el capítulo? En este ha participado más Andrea, ella lo hizo casi todo y yo metí rollo y corregí la ortografía. Me esforzaré más en el próximo y a lo mejor subiré un dibujo.
¡No olvidéis comentar!
Pasad una buena semana.
-------------Nota de Andrea-----------
¡Hola! Esto está teniendo éxito, estoy muy contenta. He pensado en hacer una historia propia, cuando haga el blog, os pasaré el enlace. ¿Os ha gustado el capítulo?
Esta muy bien!!Uno de los personajes se llama como yo jeje
ResponderEliminar¿Quién es? Son tantos... puede que incluso nos hayamos saltado a alguien xD
EliminarMe alegro de que te haya gustado
Claudia jaja XD
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarComo curiosidad: el gato de Andrea se llama así xD
EliminarMe alegro de que te haya gustado, no tardaremos en subir el 3 ^^
Gracias por leerlo....seguir leyendo...el 3 va a estar muy interesante
ResponderEliminarMañana el capitulo 3
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